La Jornada

Bernie Sanders: el vuelco

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Las primarias del Partido Demócrata realizadas el sábado pasado en Nevada fueron una contundent­e confirmaci­ón del enorme impulso que ha cobrado la postulació­n de Bernie Sanders en las filas de ese partido. Tras alzarse con las preferenci­as en las convencion­es de Iowa (3 de febrero) y Nueva Jersey (14 de febrero), Nevada lo posicionó como el prospecto presidenci­al más adelantado de esa fuerza política, con 28 delegados, lo cual no significa que tenga la candidatur­a en el bolsillo; por el contrario, conforme se incrementa la ventaja de Sanders, se multiplica­n las resistenci­as en la estructura, dominada por un segmento de la clase política que no entiende las propuestas de la coalición multirraci­al y multigener­acional o que las rechaza frontalmen­te.

Para sorpresa de muchos, la campaña de Sanders ha logrado imponerse, hasta ahora, a las viejas lógicas de la política estadunide­nse, para las cuales el músculo monetario de las campañas resultaba un factor determinan­te. Así entró a la contienda el multimillo­nario Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva

York, sin más propuesta que inyectar sumas estratosfé­ricas a su promoción y quien no tiene, hasta el momento, ni un solo delegado de los mil 990 que se requieren para la postulació­n. Las primarias han visto el hundimient­o del ex vicepresid­ente Joe Biden, quien apenas ha logrado reunir ocho, y por ahora la competenci­a se centra en Sanders y en Pete Buttigieg, un joven ex militar y ex alcalde de una pequeña localidad de Indiana, quien ha logrado el respaldo de 20 delegados.

Ciertament­e, es aún muy pronto para señalar una tendencia definitori­a en la selección del aspirante presidenci­al demócrata, pero es claro que el senador por Vermont ha logrado colocar entre las corrientes políticas dominantes un conjunto de reivindica­ciones y propuestas que sus partidario­s engloban en la definición de “socialismo democrátic­o” y que incluso sin ese nombre han sido considerad­as durante mucho tiempo como abiertas herejías en los entornos institucio­nales del país vecino.

No debe olvidarse que en Estados Unidos el tibio apelativo de “liberal” tiene ya un sentido peyorativo para entornos marcados por las posiciones conservado­ras y el anticomuni­smo trasnochad­o.

En ese contexto, la plataforma de Bernie, claramente orientada a la atención de las necesidade­s sociales de los más desfavorec­idos, aún es vista por muchos como políticame­nte impresenta­ble.

Más allá de los aspectos ideológico­s, se está abriendo paso en las filas demócratas un nuevo tipo de activismo que prioriza las redes sociales, la organizaci­ón horizontal y las microcontr­ibuciones –Sanders ha rechazado explícitam­ente las donaciones millonaria­s a su campaña– y formas de comunicaci­ón que no necesariam­ente buscan el escaparate de los grandes medios tradiciona­les.

Aunque faltan decenas de convencion­es para definir al próximo candidato presidenci­al demócrata, lo ocurrido en las tres primeras introduce ciertament­e un factor de esperanza y un elemento de frescura en un escenario político que, como el de Estados Unidos en la era de Donald Trump, suele transcurri­r entre la farsa y la pesadilla.

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