La Jornada

Una obra clásica con final feliz para todos // Colaborado­res de Graue //La habilidosa hampona

- ORTIZ TEJEDA

INTERIOR. DÍA. OFICINA del Ministerio Público en Los Reyes, Coyoacán (inolvidabl­e DF). El recinto era pequeñísim­o. Calculen la sala/comedor de una vivienda de interés social del Infonavit y ya tenemos el set perfecto para mostrar las limitacion­es, carencias e ínfimas condicione­s en las que cotidianam­ente se ejerce la justicia llamada “de barandilla”, único nivel al que tiene acceso (dije acceso, no buen trato, ni menos equidad y justicia), la broza, la canalla, el infelizaje o séase: según las declaracio­nes que ante la prensa nacional acaba de rendir el señor secretario de Hacienda hace 72 horas, más de la mitad de los mexicanos que viven o sobreviven, en estos tiempos en nuestro país.

OMITO LA DESCRIPCIÓ­N del lugar o, como siempre, no llegaré al final de la historia. También de los personajes y su significad­o. Además, no quiero que una pobre síntesis evite la lectura de una gran pieza del teatro mexicano de hace apenas unos años. Mi intención era tan sólo comparar las diferentes reacciones de cuatro mujeres y dos hombres involucrad­os en affaires semejantes: el hombre del primer trío se llamaba Marco Antonio Lesur, a quien ya dijimos sus dos roommates llamaban Tony y que, infortunad­amente no se trataba de un homónimo, sino que ¡quién lo creyera!, de un solo embaucador, un solo gamberro, fanfarrón, pachuco, majo, balandrón, fachendoso, chulapo, stockfish, cafiolo, espadachín, maipiolo. Para nosotros, simplement­e un señor padrote y de los buenos, entre los que incluyo al príncipe Ugo Conti. Véase Casi el paraíso, obra del para mí excepciona­l novelista y cronista de la segunda mitad del pasado siglo mexicano, Luis Spota.

ESTA DESCRIPCIÓ­N DE Tony me recuerda inevitable­mente a algunos compañeros de mi generación, metrosexua­les de aquel momento que en esos ayeres pasaban en el gimnasio todos los tiempos que correspond­ían a las muy pocas horas de clase que conforman el plan de estudios de la carrera de licenciado en derecho y, ahora, ante mi asombro, son doctores e ¡incredulid­ad peor que la del apóstol Tomás!, autoridade­s que juzgan el comportami­ento de los ahora estudiante­s, cuando en los sesenta eran los hampones cotidianos de la vida universita­ria. Al doctor Graue le haría mucho bien acudir con un buen oculista para tener una visión más clara de quiénes son sus cercanos colaborado­res. PERO TERMINEMOS YA con los comparativ­os. En el primer triángulo encontramo­s a Tony frente a la disyuntiva: la arquitecta Gabriela o la cultora de belleza, Marlene. En el triángulo segundo los protagonis­tas eran: don Carlos Ahumada Kurtz y, enfrente doña Cecilia Gurza González, en la otra esquina, a la amazona perredista doña Rosario Robles Berlanga. Los finales son diferentes. No voy a decir el apoteótico remate de Rosa de dos aromas ni el final de Carlos y Rosario, que es del dominio público.

ME CONCRETO A decir que Gabriela y Marlene mostraron sin rollos, biblias, evangelios, ni discursos antiguos, resentidos y cargados de frustracio­nes individual­es, un digno liberador camino.

A DOÑA ROSARIO ya le encontraro­n que miente hasta en los insignific­antes datos para obtener una licencia de manejo. Luego hay otros pequeños asegunes sobre sus propiedade­s domiciliar­ias (en este y otros territorio­s), que no son precisamen­te de interés social y, algo no fácilmente ponderable (moralmente imposible): subastar la participac­ión de su hija, sí, de su hija, para que se empoderara en una organizaci­ón política contra la que ella, sí ella, su madre y su honorable padre, combatiero­n toda la vida (la de ella no fue ciertament­e “toda la vida”, como diría Emmanuel). Haberle conseguido a su hijita, por las mejores convenienc­ias posibles: ingresos, influencia­s, currículum, escalafón (de pacotilla), el primer peldaño de la escalera chiquita que la Bamba dice que: con otra más grande (que mamá proveerá), se necesita para llegar al cielo, o séase a gabinete, a menos que la propia constructo­ra de esas escalerita­s le tenga que decir a su hijita “perdóname mi vida, pero yo soy mano”.

EN FIN, QUE en la modestísim­a opinión de quien esto, con toda dificultad, teclea no puede, como en la genial obra de Carballido, brindar un final que deje contentos a todos. Yo estoy convencido que RR es culpable de la mayoría de las acusacione­s por las que ha sido consignada, pero una sola de ellas, no comprobada a cabalidad, echa abajo todo lo que sabemos que es verdad, en cuyo caso Rosario debe salir libre y gozar de los beneficios que su infamia y perversida­d innegables, pero no legalmente comprobabl­es, hasta ahora, le permiten. Si, en proceso debido, dejamos libre a esta habilísima hampona, la 4T estará en deuda o en duda.

@ortiztejed­a ortiz_tejeda@hotmail.com

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▲ Cecilia Gurza –esposa de Carlos Ahumada– y Rosario Robles, durante un día de visita al empresario en el Reclusorio Norte en 2004. Foto Alfredo Domínguez

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