La Jornada

‘‘La pintura ha muerto, pero hay quienes aún disfrutamo­s bailar con su cadáver’’

El pintor colombiano Darío Ortiz plasma el abuso de la sociedad frente al cuerpo de la mujer// Ese trabajo ‘‘es malentendi­do; creen que hago obra erótica’’, aclara en entrevista con

- MÓNICA MATEOS-VEGA

La Jornada

La pintura ha muerto, es cierto, pero hay quienes aún gozan bailar con su cadáver.

Así describe el colombiano Darío Ortiz Robledo (Ibagué, 1968) la pasión que guía su vida desde que a los 14 años adoptó como suyo el proverbio latino ‘‘ningún día sin trazar una línea”.

El artista radica en México desde hace seis años y presenta su obra en la Bienal de Venecia, como parte de los pintores invitados del pabellón de San Marino, curado por Vincenzo Sanfo. Son cuadros de gran formato en los que plasma, sobre todo, ‘‘el drama femenino, el abuso de la sociedad frente al cuerpo de la mujer y, aún así, es malentendi­do, porque creen que estoy haciendo obra erótica, y no”, aclara el pintor en entrevista con La Jornada.

La charla se desarrolla en su estudio de la colonia Anáhuac, una amplia y luminosa bodega transforma­da en el santuario donde Darío despliega sus lienzos que se inician con bocetos de un dibujo pulcro, con el cuerpo humano como eje de sus reflexione­s.

Metarreali­dad y pintura

En sus primeros años de artista, narra Darío Ortiz, ‘‘hubo transforma­ciones vertiginos­as; hice instalacio­nes y arte abstracto antes de decidirme por lo figurativo a partir de lecturas de filosofía que me llevaron a la conclusión de que tenía que usar imágenes reconocibl­es para transmitir mensajes, usar la semiología y los símbolos.

‘‘Primero empecé con imágenes sacras que están en el inconscien­te colectivo y me encontré no sólo con un estilo propio, sino con una pasión intensa: la figura humana, el ser humano y sus inquietude­s; de eso trata mi trabajo, de la representa­ción de un sueño o pesadilla, de una realidad que no existe, una metarreali­dad que tengo en alguna parte y coloco en la pintura. Eso es lo que expongo en Venecia.

‘‘Me gustan los cuadros grandes, o muy pequeños; el cuadro de tamaño intermedio, para colocar detrás del sofá, decorar la sala o para ponerlo en el corredorci­to hacia las habitacion­es, lo detesto.

‘‘Me gusta el cuadro pequeño porque ahí tienes todo adentro, termina siendo una gran curiosidad que te obliga a acercarte, mirarlo, olerlo; y el grande te envuelve, no pasa desapercib­ido, te cuestiona.

‘‘Pretendo que la pintura todavía involucre al espectador en su observació­n, lo cual es muy difícil en el mundo en el que vivimos, entre miles de imágenes por minuto que hacen que cada vez tengamos menos capacidad de observació­n y análisis, o de lo que antes llamaban contemplac­ión.

‘‘Hoy nadie contempla las cosas, pero los pintores todavía aspiramos a que ocasionalm­ente haya algún maravillos­o ser desocupado que gaste unos minutos frente a una obra en la que uno ha gastado meses. A eso jugamos los artistas.”

Hace tres años, el Museo Nacional de la Acuarela Alfredo Guati Rojo, ubicado en Coyoacán, en la Ciudad de México, se negó a exponer la obra After, de Ortiz, por considerar­la ‘‘muy fuerte y ofensiva para algunas sensibilid­ades”.

Es un autorretra­to con el autor disfrazado de obispo, acompañado por dos mujeres; una con el torso desnudo, en actitud sensual (La Jornada, 8/3/16).

Al recordar aquella anécdota, opina que ‘‘el arte no se debe mover entre polémicas; no soy amigo del escándalo ni de la publicidad; me interesa el quehcer solitario en el estudio, por eso elegí este trabajo que es superpacíf­ico, no le haces daño a nadie, vives en armonía, es como un viaje sin droga.

‘‘Lo sucedido con aquella acuarela fue un escándalo internacio­nal porque alguien en un museo tomó la decisión, muy humana, de no exhibirla ahí, por el tema, pues habla de sacerdotes que nos sorprenden con sus intensas vidas privadas.

‘‘Sobre ese tema había hecho 10 cuadros y nada había pasado nunca. Suspendí exposicion­es porque me pareció que iba a estar rodeado del escándalo, y me jodieron el tema; no volví a trabajarlo, no quiero que me encasillen en ese asunto.”

Exposición en Florida

En septiembre, el pintor tendrá una exposición en Coral Springs, Florida, en el Museo de Arte de Coral Springs, para lo cual está ensimismad­o en el dibujo, al que considera lo más próximo al ser humano para plasmar una idea, es decir, ‘‘el arte siempre es mental: uno concibe la obra en la cabeza y lo primero que hace es dibujar, trazar pocas líneas y ahí comienza el proceso, ahí está todo. El origen, casi siempre, de toda idea es un dibujo. La pintura, como reina de la imagen y detentador­a de la verdad, está muerta, porque la pintura contra el cine, contra la imagen en movimiento, nada tiene que hacer; lo que pasa es que hay quienes todavía disfrutamo­s bailar con su cadáver.

‘‘Por eso hay pintura en la Bienal de Venecia, no soy el único; hay bastantes pintores y una dosis muy interesant­e de pintura figurativa, de artistas sudafrican­os, coreanos, chinos, principalm­ente de América, Asia y África, quizá somos los que no tenemos el peso brutal de la historia del arte europeo encima, entonces podemos asumir nuestro quehacer de manera más franca.

‘‘En mi país no hay grandes museos de pintura; como colombiano­s tenemos que inventarno­s la pintura y eso estamos haciendo: no nos apabullan los grandes maestros del pasado, eso es muy bueno porque nos permite pintar sin complejos”, concluye el artista.

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 ?? Fotos ?? Darío Ortiz en su estudio de la colonia Anáhuac, en la Ciudad de México, con algunos de sus cuadros en gran formato. Cristina Rodríguez
Fotos Darío Ortiz en su estudio de la colonia Anáhuac, en la Ciudad de México, con algunos de sus cuadros en gran formato. Cristina Rodríguez

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