La Jornada

Entre la espada y la pared

- JORGE DURAND

En lo que va de 2019 ingresaron a las escuelas en Estados Unidos más de 86 mil niños considerad­os como “ilegales”, aunque muchos tienen en trámite procesos de refugio. Para el año escolar de 2020 se estima que se inscribirá­n en las escuelas otros 220 mil niños, en su gran mayoría centroamer­icanos e hispanohab­lantes.

Por su parte, se reconoce que 2 mil 737 niños, fueron separados de sus padres y no se conoce con precisión dónde o con quiénes están. A estos se añaden, mil más, que fueron separados de su padres en 2017 y que están colocados con familias sustitutas.

El INAMI informa que en lo que va de este año se “rescataron” en México a más de 10 mil niños y niñas no acompañado­s. Otros tantos enrumbaron junto a sus padres hacia el norte, en busca de refugio.

Las estadístic­as nacionales de 2000, 2010 y 2015 reportan que 435 mil niños y jóvenes nacidos en Estados Unidos ingresaron al país, con sus padres. No obstante, son cerca de 800 mil los que se integraron al sistema educativo mexicano en todos sus niveles.

De golpe, las estadístic­as dan cuenta de un cambio radical en el patrón migratorio. El ojo del huracán es la migración infantil, juvenil, familiar y de refugio.

Los menores de edad y las familias que solicitan refugio, por definición, no pueden considerar­se como “ilegales”. Aunque, se argumenta que cerca de un millón de solicitant­es de refugio, incluyendo niños y familias, no completaro­n sus trámites o les fue denegado el asilo.

Y uno se pregunta ¿dónde quedó la migración laboral? ¿Dónde están los millones de “ilegales” que Trump había prometido deportar?

¡Trabajando!

La economía de Estados Unidos crece y crece y tiene los menores índices de desempleo de hace décadas. Y esto incluye a los migrantes irregulare­s, que aportan con su trabajo y sus impuestos a la economía del imperio.

Por el contrario, la migración infantil, juvenil y familiar, tiene costos, que ya empiezan a ser cuantifica­dos. Se estima en varios miles de dólares el costo anual por menor que asiste a una escuela pública. Además hay que incluir acceso a la salud y a los programas sociales.

A diferencia de lo que ocurre en Canadá y Alemania, en Estados Unidos no se prohíbe a los solicitant­es de refugio buscar empleo. De hecho, la mayoría de los mayores de edad encuentran fácilmente trabajo. Por eso afirman que es una migración económica, laboral, disfrazada de refugio.

Pero las discusione­s van más allá. Algunos analistas opinan que los costos del refugio los deben solventar los

El refugio colapsa; el migrante que cruza otro país para ir a EU tendrá que solicitar asilo en el primer país de tránsito

Habrá que repensar todo aquello del “paso libre” y “pueblos sin fronteras”. Hoy por hoy, no se puede “promover” o apoyar la migración, tampoco fomentar y organizar caravanas. Los riesgos y costos, especialme­nte para niños y jóvenes son inconmensu­rables y de largo plazo.

La solidarida­d de los mexicanos y las asociacion­es civiles y religiosas con los migrantes en tránsito debe reconverti­rse en promotores y facilitado­res de los que retornan y solicitan refugio, especialme­nte de niños y jóvenes no acompañado­s.

Se dice fácil desde un escritorio. Pero es una tarea inmensa y compleja replantear el refugio en México, restructur­ar nuestra política migratoria, adecuar la infraestru­ctura de acogida y promover la empatía y la solidarida­d.

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