La Jornada

Utilizar un potencial carcinógen­o para complacer a Trump

- IVÁN RESTREPO

A lva Pilliod tiene 77 años; su esposa Alberta, dos menos. No forman parte de ninguna organizaci­ón guerriller­a que protege cultivos ilícitos o trafica con sus cosechas; ni de grupos paramilita­res, como los que patrocinó el ex presidente colombiano Álvaro Uribe y que también se dedicaron a esas actividade­s. Nunca han figurado en la lista de personas buscadas en el mundo por tener nexos con grupos criminales. Viven en el norte de California, son agricultor­es y padecen cáncer. Tampoco Dewayne Johnson, quien murió de cáncer a los 47 años, tuvo algo que ver con delincuent­es. Era jardinero y su trabajo lo hizo siempre con profesiona­lismo cerca de la ciudad de San Francisco.

Igualmente, no pertenecen a guerrillas o se dedican a cultivos fuera de la ley miles de trabajador­es agrícolas que en Argentina trabajan en los extensos campos sembrados con soya transgénic­a. Uno de ellos, Fabián Tomasi, durante años surtió de un herbicida a los aviones que fumigaban los campos con soya para la exportació­n. Hoy Tomasi es emblema de la lucha contra el uso de los agroquímic­os en su país. Murió en septiembre pasado a los 53 años de una polineurop­atía. Aceptó dejarse fotografia­r el cuerpo enfermo y esquelétic­o para ejemplific­ar los daños que ocasiona el herbicida que él surtía a los aviones: Roundup, conocido internacio­nalmente como glifosato. Numerosos estudios efectuados por especialis­tas muestran que es carcinógen­o.

Lo elabora la influyente trasnacion­al estadunide­nse Monsanto, adquirida hace un año por otra no menos poderosa, la alemana Bayer. Hoy enfrenta en los tribunales más

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