La Jornada

Cientos de personas disfrazada­s reviven las “monstruosa­s fiestas” en Versalles

Tras pagar entre 135 y 410 euros, pasean por la galería de los espejos y el resto del castillo novicio

- AFP VERSALLES.

Hasta mil horas de confección para vestirse de época y 450 dólares por deambular por Versalles cual Rey Sol. Las Fiestas Galantes del célebre castillo francés atraen a grandes adeptos.

Disfrazado de “novicio de la orden del Espíritu Santo”, Bruno, de 57 años, con la cara pintada y peluca de pelo de yak, posa orgulloso ante la cámara junto a su esposo Daniel, vestido de paje.

Como en Venecia, a cuyo carnaval asiste desde hace 30 años, este parisino se regocija paseando junto a otros 650 “personajes” por la histórica galería de los espejos y los aposentos privados de Luis XIV (1638-1715), enfundado en una prenda que le requirió “mil horas de trabajo” entre costura y bordado. “Fue la única vez en la historia donde el vestuario masculino era más esplendoro­so que el femenino”, dice.

Venecia era el tema de esta cuarta edición de las Fiestas Galantes, celebrada el lunes por la noche y en la que, según los organizado­res, cada uno debe acudir con un disfraz barroco de “gran calidad” y desembolsa­r entre 135 y 410 euros, según se quiera ser rey o reina o simple marqués o marquesa, con los “privilegio­s” consiguien­tes (bufé y champán a voluntad, visitas privadas, etc.)

Así, por la capilla real, donde resonaba música sagrada, y las

En esa época el vestuario masculino era más esplendoro­so que el femenino, dice un

Las personas que asisten a la recreación de las fiestas que daba Luis XIV visten costosos atuendos galerías, en las que se jugaba a los dados y al billar, se paseaban un casanova, duquesas enmascarad­as y hasta un dúo de procurator­i con trajes escarlata.

Se trata de hacer revivir a los participan­tes el espíritu de las “monstruosa­s fiestas” que se daban en la antigua residencia de los monarcas de Francia, especialme­nte bajo el Rey Sol, explica Laurent Brunner, director de espectácul­os del castillo.

Estas galas estaban destinadas a “mostrar la magnificen­cia del rey, a dejar huella” en los participan­tes, según Brunner.

El canadiense Kendall MacDonald, con una peluca y una espesa barba colmada de joyas, asegura que “actualment­e hay demasiadas restriccio­nes en la moda masculina. Jean-Paul Gaultier decía que las prendas no tienen sexo. ¡Pero eso se sentía de verdad en el siglo XVIII!”

La velada finaliza con un espectácul­o de fuegos artificial­es en los bellos jardines del castillo.

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Foto Afp

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