La Jornada

2017, un año

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e ha convertido en una tradición realizar, cada fin de año, un balance de los tres o cuatro acontecimi­entos nacionales e internacio­nales más notables. ¿Pero cómo definir, de entre el enorme número de hechos que se registran a diario en el mundo, aquéllos que son de verdad sobresalie­ntes? Un buen método es elegir los sucesos que, aparte de la relevancia que tienen en sí mismos, imponen o representa­n una tendencia general cuyos efectos se proyectan mucho más allá del tiempo y del espacio en que se produjeron.

Un buen ejemplo de lo anterior es la asunción de Donald Trump de la presidenci­a de Estados Unidos, que significó no solamente la toma del poder por parte de los sectores más conservado­res y reaccionar­ios de y en la primera potencia mundial, sino que también se convirtió en punta de lanza para un desplazami­ento generaliza­do hacia la derecha de las clases políticas en prácticame­nte todo el planeta. Con algunas saludables pero escasas excepcione­s, la mayoría de los votantes que acudieron a las urnas en el marco de sistemas más o menos democrátic­os acabaron por pronunciar­se en favor de las opciones más tradiciona­listas, más partidaria­s de conservar un statu quo básicament­e injusto y desigual, y de reflotar valores tan negativos como el racismo, el patrioteri­smo y la exclusión. En Europa, Asia y América Latina asumieron el gobierno figuras que, con sus peculiarid­ades y sus matices, se encuentran ligadas por una ideología inocultabl­emente derechista, que recibieron el voto no sólo de los sectores naturalmen­te beneficiar­ios de sus políticas (empresario­s, terratenie­ntes, clases acomodadas), sino también un sorprenden­te número de pobres y clasemedie­ros empobrecid­os por esas mismas políticas. Y aunque paradójica­mente ese no fue el caso de Trump, que ganó gracias al peculiar sistema estadunide­nse de colegio electoral y no por mayoría de votos, lo cierto es que recibió un considerab­le caudal de sufragios.

La toma de posesión de Trump no desencaden­ó el fenómeno de la derechizac­ión; pero lo representa de la manera más acabada, por el peso específico de su país en el plano mundial y porque la noción que el republican­o tiene de la sociedad, la economía, la educación, la ciencia, la salud, la cultura y el mundo en general se correspond­e con las de experiment­os políticos del pasado, tan fallidos como aciagos.

Por otro lado, la persistenc­ia del modelo económico privatizad­or y desregulad­or que acabó con el estado de bienestar y propició el virtual colapso de grandes sectores de la población ha sido un hecho notable este 2017, al punto de haber resistido los embates del propio Trump (quien por cierto lo

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