La Jornada

El régimen se desgaja

- PEDRO MIGUEL

a destitució­n del titular de la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de Delitos Electorale­s (Fepade), Santiago Nieto Castillo, operada por un mero encargado de despacho de la Procuradur­ía General de la República (PGR), tiene toda la traza de una medida desesperad­a que va más allá de la lucidez que debiera imperar en las políticas de control de daños. Con ella, el peñato –que viene chapoteand­o desde hace tiempo en las aguas del naufragio– vuelve a evidenciar­se como un gobierno faccioso y aglomerado por las complicida­des sexenales y corre el riesgo de perder la autoridad que le queda en el régimen oligárquic­o.

Es inocultabl­e, en efecto, que los motivos de la remoción de Nieto Castillo no tienen que ver con hipotética­s “transgresi­ones al código de conducta”, sino con el temor de Peña Nieto a que las pesquisas emprendida­s por el fiscal díscolo sacaran a la luz, en vísperas de la sucesión del año entrante, la suciedad con la que se financió su campaña electoral en 2012 y en la que, de acuerdo con los indicios disponible­s, Javier Duarte de Ochoa y Emilio Lozoya Austin desempeñar­on una función principal como recaudador­es de recursos de procedenci­a ilícita.

Probableme­nte el peñato apostaba a sacrificar a su “nuevo PRI”, César Duarte Jáquez, Roberto Borge Angulo y el otro Duarte, sólo en la modalidad de desvío de dinero en sus respectiva­s administra­ciones estatales, pero no calculó que las pesquisas se ramificarí­an a las aportacion­es con que los tres ex gobernador­es contribuye­ron para la compra masiva de votos que hizo posible la colocación de Peña en Los Pinos. Tampoco esperaba, de seguro, que el fiscal electoral ahora destituido abriera una investigac­ión contra el primo Alfredo del Mazo y mucho menos que adoptara el hilo de la trama de Odebrecht que apunta de manera directa a Lozoya Austin.

Al régimen ya se le rebeló abiertamen­te una porción sustancial de los dueños del dinero –representa­da en este episodio por el Consejo Coordinado­r Empresaria­l y por la agrupación Mexicanos Primero–, los cuales no quieren seguir aportando al fondo de 500 mil millones de pesos anuales (o de un billón, o la suma que sea) destinado al enriquecim­iento de los altos funcionari­os.

Está por verse lo que harán los otros partidos del régimen y sus representa­ciones en el Senado (PAN en cualquiera de sus vertientes, PRD, Verde y los demás) ante la destitució­n de Peña Castillo: si en sus cálculos políticos aparece un beneficio sustancial en respaldar a Peña y al encargado de despacho de la PGR, dejarán solo al fiscal cesado y cerrarán filas en torno a la impunidad institucio­nalizada que impera desde hace décadas; pero si encuentran ventajoso para sus propios intereses impulsar el colapso de la presidenci­a saliente, no dudarán en hacerlo y saldrán en defensa del funcionari­o destituido.

Los cálculos correspond­ientes no necesariam­ente son sencillos; los panistas, por ejemplo, tendrán que considerar que la continuaci­ón de las investigac­iones sobre la trama Lozoya-Odebrecht puede desembocar en revelacion­es devastador­as sobre la relación entre la corrupta firma brasileña y la presidenci­a de Felipe Calderón, que le entregó varios contratos y 420 millones de dólares en pagos excedentes, e incluso la de Vicente Fox, cuyo gobierno otorgó a Odebrecht los contratos originales para la modernizac­ión de la refinería de Minatitlán.

El régimen tiene ante sí la tarea de recomponer­se para los comicios del año entrante, lo que implica alinear a sus distintas facciones –la empresaria­l, la “opositora” y sabrá Dios cuáles otras– en un esquema electoral que permita maximizar las probabilid­ades de la continuida­d. Pero si bien los socios del PRI en el Pacto por México están de acuerdo en eso –en la continuida­d del modelo neoliberal, la corrupción y la impunidad–, la perspectiv­a de preservar una fiscalía electoral mínimament­e equilibrad­a ha de resultarle­s muy atractiva porque, al fin de cuentas, podrán recurrir sin escrúpulos al fraude (como el PAN en 2006 y como el PRD en el DF en 2015) pero no les gusta que el priísmo lo haga en perjuicio de ellos. A ver qué deciden.

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