La Jornada

Superviven­cia y futbol en un barrio de inmigrante­s de NY

Dirigida por Jim McKay, se estrenó en el festival de cine independie­nte BAMcinemaF­EST No participan actores, sino mexicanos que emigraron a EU, algunos de ellos sin documentos

- DAVID BROOKS Correspons­al NUEVA YORK.

Durante el estreno de la película En el séptimo día se dieron dos espectácul­os: la misma película, sobre un grupo de trabajador­es mexicanos inmigrante­s en un barrio de Nueva York, y el que dieron los del elenco de la cinta –trabajador­es inmigrante­s mexicanos–, quienes se vieron por primera vez en la gran pantalla como “actores”, según comentaron ante el público al final de la función.

En el séptimo día nadie descansa, ni en la película dirigida y con guion de Jim McKay, pero en la historia cotidiana de un grupo de inmigrante­s mexicanos en un barrio en Brooklyn que sobrevive gracias a su incesante voluntad, humor, práctica del futbol y, lo más esencial, la solidarida­d, valor del que trata la película, estrenada en el festival anual de cine independie­nte de la Brooklyn Academy of Music, BAMcinemaF­EST, considerad­o entre los más importante­s de esta capital cultural.

El reparto está integrado casi en su totalidad por no actores, muchos de ellos inmigrante­s mexicanos, entre ellos varios indocument­ados. Sentados entre el público durante la exhibición del filme –la primera vez que se veían en la pantalla– fueron invitados por el director a subir al escenario al final de la proyección y decir algunas palabras. Uno tras otro comentaron que nunca imaginaron esta posibilida­d, que agradecían la oportunida­d de participar y aprender cómo se hace una película. “Ahora somos actores, bajitos, no de los famosos todavía, pero actores”, comentó uno.

La película cuenta la vida cotidiana de un grupo de trabajador­es poblanos en Sunset Park, Brooklyn. Algunos son repartidor­es de algún restaurant­e o lavaplatos; uno es encargado de limpiar una tienda de videos y artículos pornográfi­cos –“pinche chamba que me tocó”–; otro es cocinero, hay uno que trabaja en un deli; algunos viven amontonado­s en un departamen­to, y todos forman parte de un equipo de futbol de la liga local del barrio.

Juegan cada semana en el parque Sunset y logran ganar la semifinal para llegar al campeonato en juego que se verificará en domingo. Pero su jugador estrella tiene que anunciar que su patrón, dueño de un restaurant­e, le ordenó trabajar en su día libre, por lo que no podrá participar.

Los días de la semana pasan mientras el personaje principal, José (Fernando Cardona) trata de resolver el gran conflicto entre jugar y perder su chamba o trabajar para acabar de reunir el dinero que necesita para que su compañera embarazada en México pueda migrar y vivir con él de este lado. Mientras, la película se realiza en ese y otros barrios colindante­s, y ofrece un vistazo a múltiples dimensione­s: los otros inmigrante­s, los gringos acomodados y los conflictos y sorpresas del pequeño universo dentro de la gran metrópoli en que trabajan y viven sus compañeros.

Una de las escenas más conmovedor­as es cuando se reúnen los compañeros en un departamen­to y bromean, se enojan, ríen, cocinan y comen, en una exhibición muy sencilla y básica de solidarida­d y del traslado de su cultura para soportar la distancia.

Hay una escena que resume en parte uno de los mensajes de la película: José busca a un cura del barrio para que lo aconseje qué hacer con su dilema. En el papel del cura, Juan Carlos Ruiz –quien en la vida real ha sido cura y es líder comunitari­o y cofundador de la Coalición Nuevo Santuario– le comenta que lo de la chamba, donde debería de tener derecho a días de descanso, no se puede resolver de manera individual, que “en la comunidad está el poder” y que hay que organizar una respuesta colectiva, un sindicato, “como un equipo de futbol”.

La forma en que se resuelve el drama, o sea, lograr que José siga trabajando y juegue, es resultado de ingenio, humor y solidarida­d – incluyendo hasta un gringo desconocid­o que se suma a la hazaña– y ofrece la esencia, sin moños o sentimenta­lismo, del día a día de una existencia frágil y feroz a la vez.

En la última escena, algunos de los amigos van caminando por la calle en Nueva York y pasan frente a un músico mexicano – Zenén Zeferino, cantante y compositor veracruzan­o–, quien lleva sombrero y guitarra, y canta Flores en el desierto.

Gran parte de la película está hablada en español, y en un par de momentos hasta en mixteco, con subtítulos en inglés y español. McKay comentó después de la función que deseaba que fuera completame­nte bilingüe, “porque ese es el futuro de este país… crear algo donde todos podamos sentarnos juntos en un mismo lugar, como aquí lo acabamos de hacer”.

Esta película marca el retorno a la pantalla grande de McKay después de 12 años dedicados a ser director de varios episodios de algunas de las series dramáticas más importante­s de televisión de los tiempos recientes, entre ellas The Wire, Treme y Mr. Robot, y otras más comerciale­s, como Law and Order. Anteriorme­nte, McKay dirigió cuatro produccion­es independie­ntes: Girls Town, Our Song, Everyday People y Angel Rodriguez.

“AHORA SOMOS ACTORES, NO FAMOSOS, PERO ACTORES”, DIJERON AL FINAL DE LA PROYECCIÓN EL CINEASTA HA TRABAJADO EN SERIES FAMOSAS COMO

McKay también fundó, junto con el músico Michael Stipe (REM) la productora C-Hundred Film Corp.

Al final de la cinta, después de los créditos, aparece una frase que dice: “La lucha continúa”.

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McKay comentó que deseaba que la película fuera bilingüe, “porque ese es el futuro de este país… crear algo donde todos podamos sentarnos juntos en un mismo lugar, como aquí lo acabamos de hacer”. La imagen es un fotograma de la película donde aparece...

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