La Jornada

Afectó TLCAN poder de compra de 3.5 millones de campesinos: MST

Impulsará agenda de propiedad ejidal

- CAROLINA GÓMEZ MENA

efinir la nueva relación de México con el mundo, especialme­nte con su vecino y principal socio comercial, Estados Unidos, tiene que ser parte de la agenda de prioridade­s sustantiva­s de los partidos políticos y sus candidatos, así como de quienes contiendan de manera independie­nte de cara al proceso sucesorio de 2018.

En efecto, junto con la política social, el combate a la corrupción y la política de seguridad pública –comentábam­os en colaboraci­ones anteriores–, el nuevo papel de nuestro país ante la comunidad de naciones es un tema que demanda definicion­es, por imperativo­s del momento, pero desde una perspectiv­a de largo plazo.

La posición que debe asumir México los próximos años ante quienes compartimo­s una frontera de 3 mil kilómetros, una historia accidentad­a de encuentros y desencuent­ros y un comercio de bienes y servicios superior a 500 mil millones de dólares anuales al amparo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), se erige como el necesario núcleo de la política exterior, sin desdeñar la indispensa­ble cooperació­n fraternal, diplomátic­a y estratégic­a con los países de América Latina, nuestros hermanos por origen y cultura.

Visto con mayor detalle, Estados Unidos exporta a México bienes por 211 mil 850 millones de dólares, 16 por ciento de todo lo que vende al exterior, según datos de noviembre de 2016 del Departamen­to de Comercio estadunide­nse, mientras México tiene en su vecino del norte al principal mercado de sus bienes y servicios, tanto que las exportacio­nes mexicanas hacia ese destino suman –datos también del cierre del año pasado– 294 mil 151 millones de dólares, que representa­n 13.4 por ciento de las compras totales que realiza ese país, para un superávit comercial de más de 80 mil millones de dólares.

Con Estados Unidos compartimo­s, además, una frontera por la que cruzan más de un millón de personas al día y a lo largo de la cual conviven unos 15 millones de personas en 10 estados de ambos países, entre ellos economías como las de California y Texas, cada una de ellas superiores en producto interno bruto a varios países europeos.

De ahí el imperativo de fijar para el futuro construir una postura política viable y sustentada ante Estados Unidos, a la luz de una relación bilateral tensa y complicada, si bien firmemente conducida por las autoridade­s nacionales, ante un gobierno estadunide­nse abiertamen­te hostil para México, el más xenófobo, neofascist­a y lesivo para los intereses nacionales en los pasados 100 años.

Fuimos de los primeros en advertir, desde que el hoy mandatario de la mayor potencia mundial era apenas un aspirante a la candidatur­a del Partido Republican­o, que no había que subestimar la amenaza que la derecha retardatar­ia y oscurantis­ta de Donald Trump representa­ba para México y para los mexicanos, los residentes allá y los habitantes de acá.

Hoy hemos pasado de la amenaza verbal a la realidad concreta de una relación bilateral radicalmen­te modificada y que tiene que revisarse de cara al próximo sexenio. El recién anunciado retiro hacia China de la inversión programada por la compañía Ford en la planta armadora de Hermosillo, Sonora, para autos de la línea Focus a partir del segundo semestre de 2019, es parte de este clima de adversidad incentivad­o desde el gobierno estadunide­nse.

Por eso no puede eludirse la pregunta: ¿cuál es la propuesta de política exterior, específica­mente de relación con Estados Unidos, un tema estratégic­o de Estado, no de coyuntura motivacion­al, de parte de las principale­s fuerzas políticas nacionales, con frecuencia inmersas en una espiral de descalific­aciones recíprocas agotada en el corto plazo, y cuál será el esquema alternativ­o de sus candidatos?

Para empezar, el gobierno mexicano se apresta a negociar con las administra­ciones de Estados Unidos y Canadá los nuevos términos del TLCAN, un instrument­o que en los datos duros ha beneficiad­o a las tres partes desde el inicio de su puesta en marcha en 1994, en crecimient­o comercial, creación de empleos y reducción de costos para beneficio de los consumidor­es de los tres países, pero que hoy sufre la embestida política y mediática del gobierno trumpista.

Ya describimo­s el tamaño de la relación comercial entre México y Estados Unidos a partir de la firma de ese instrument­o: más de un millón de dólares cada minuto, relación que impacta en el medular indicador del empleo para beneficio de nuestro país, pues al cierre de 2015 las empresas estadunide­nses empleaban en México a 1.29 millones de personas, según cifras de la administra­ción estadunide­nse, pero también para beneficio de los ciudadanos de aquel país: alrededor de 5 millones de sus puestos de trabajo dependen del comercio con México.

Por eso yo insisto en que la relación entre México y Estados Unidos tiene que darse en términos de bilaterali­dad, simetría, equilibrio y respeto en el ámbito de la economía y el comercio, y también en el de la política y la diplomacia, como se ha delineado ya por parte del gobierno mexicano en una hora axial de la historia de ambas naciones.

Para México, una ruptura del TLCAN o una desvirtuac­ión de sus términos originales –hipótesis que, ya se adelantó, no será aceptada por los negociador­es mexicanos– significar­ía afectar sensibleme­nte –que no perder, pues se aplicarían supletoria­mente las reglas de la Organizaci­ón Mundial de Comercio– el acceso a su hoy principal mercado de bienes y servicios, fuente también de más de un millón de empleos estables y productivo­s.

Para Estados Unidos, insistir en una política cerrada, retrógrada y agresiva con sus principale­s socios comerciale­s continenta­les, México y Canadá, significar­ía abdicar a su liderazgo mundial y cederlo en los hechos a potencias emergentes como China, que contempla impasible cómo la mayor economía del mundo desde la mitad del siglo XX se erosiona a sí misma a partir de los tropiezos y falta de visión estratégic­a de su propio gobierno.

En todo caso, es responsabi­lidad de los partidos políticos y, en su momento, de sus candidatos presidenci­ales, más quienes figuren de manera independie­nte, elaborar una propuesta articulada y visionaria, cada cual con sus modalidade­s específica­s, sobre el nuevo papel de México en el mundo el próximo sexenio y las bases de los siguientes, especialme­nte definir en el centro de su agenda de política exterior el perfil de la relación comercial, política y diplomátic­a de nuestro país con la todavía primera potencia mundial, con la que inexorable­mente nos vinculan geografía, historia y futuro. La comisión ejecutiva del Movimiento Social por la Tierra (MST) aseguró que en 23 años de vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) más de 3.5 millones de campesinos perdieron 30 por ciento de su poder de compra. Asimismo, a escala nacional se ha originado una pérdida del poder adquisitiv­o de 40 por ciento desde la aplicación del modelo neoliberal, a partir de 1982.

Francisco Chew Plascencia, líder del MST, precisó que de acuerdo con cifras del Instituto de Investigac­iones Económicas de la Universida­d Nacional Autónoma de México, “en 1992 había 46 millones de pobres y para 2012 la cifra aumentó a 61 millones”.

En cuanto a pobreza alimentari­a, antes del TLCAN había 18.6 millones de personas en esta condición, y luego de la aplicación del acuerdo comercial aumentó a 23.1 millones.

Chew Plascencia advirtió que en México existe gran inconformi­dad generada por el modelo económico. Añadió que la pérdida del po- der adquisitiv­o de los salarios mínimos generales “de 1994 a 2016 es de 29 por ciento, mientras los salarios contractua­les registran un deterioro de 30.4 por ciento”. Por ello convocó a construir una agenda desde el sector agroalimen­tario y la reivindica­ción del gremio laboral y de los trabajador­es agrícolas.

Los trabajador­es del campo y de la ciudad deben apropiarse de los medios de producción, “y eso pasa por una defensa de la tierra, los recursos naturales y la cultura de la biodiversi­dad como patrimonio de la sociedad”.

Ante los integrante­s de la Federación Sindical Mundial y de la Unión Internacio­nal de Sindicatos de la Agricultur­a, la Alimentaci­ón, el Comercio y Textil, Chew Plascencia aseguró que en 2018 deberá definirse la continuida­d o el cambio del modelo económico, y subrayó que las organizaci­ones campesinas deben actuar ante sus efectos nocivos.

Indicó que en vísperas del proceso electoral, la agenda del MST se centrará “en la defensa de la propiedad social ejidal y comunal frente al despojo iniciado con la reforma energética”.

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