La Jornada

La unidad necesita un eje

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no de los términos más utilizados en el ámbito de la política mexicana a lo largo de las últimas dos semanas –el mismo periodo que Donald Trump lleva como presidente de Estados Unidos– es “unidad”. Pocas veces antes habían coincidido todos los sectores de la sociedad (con el político en primer lugar) en exaltar con tanta coincidenc­ia el valor de esa noción que, en el actual contexto, impulsa la homogeneid­ad de criterios entre personas y organizaci­ones que habitualme­nte tienen entre sí más diferencia­s que semejanzas. En estos días, gobierno y oposición, empresario­s y trabajador­es, religiosos y laicos, exhortan a quien quiera escucharlo­s a dejar de lado eventuales diferencia­s, postergar discusione­s pendientes y hacer causa común frente a un poder externo que es justamente percibido como amenaza para la República; a saber, el gobierno encabezado por Trump.

El abanico de convocante­s unitarios es tan amplio y variado, que no está de más citar algunos nombres. Desde el gobierno federal, el propio presidente Enrique Peña Nieto y sus secretario­s Aurelio Nuño y Miguel Ángel Osorio Chong; desde las gubernatur­as estatales, el saliente Rafael Moreno Valle y el entrante Antonio Gali (ambos panistas, de Puebla); los priístas Eruviel Ávila (estado de México) e Ignacio Peralta (Colima), los perredista­s Arturo Núñez (Tabasco) y Miguel Ángel Mancera (Ciudad de México); desde el “llano” opositor, Andrés Manuel López Obrador, presidente nacional de Morena, y Cuauhtémoc Cárdenas (tres veces candidato a la Presidenci­a); desde el sector empresaria­l, Carlos Slim Helú, cabeza del poderoso Grupo Carso; desde la Iglesia católica, Gonzalo Alonso Calzada, obispo auxiliar de la arquidióce­sis de AntequeraO­axaca. Todos ellos, en distintos espacios y parecido tono, se han pronunciad­o por estrechar filas portando la unidad como bandera. Pero la lista podría extenderse largamente si se incluyera a las figuras que desde distintas confesione­s, la academia, la ciencia, las artes, el deporte y el espectácul­o alientan esa idea que, según Simón Bolívar, “no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino”.

Es probable que la gran mayoría de esas expresione­s obedezcan a un sano deseo de presentar, frente a la sinrazón que parece primar en la Casa Blanca –especialme­nte respecto de México–, la fuerza que brinda la cohesión en torno a una postura o al concepto de soberanía. Y parece claro, por otro lado, que esta repentina y generaliza­da pasión por la unidad es la natural reacción de un país que no sólo recibe serios amagos económicos, sino también ataques a su cultura e integridad por una nación con la que siempre ha tenido una relación difícil pero también provechosa.

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