La Jornada

Crece popularida­d de la copa menstrual, pese a alerta de Cofepris

El dispositiv­o no tiene registro y se desconoce su calidad

- BLANCA JUÁREZ

En cuclillas, luego sentada, después de pie con una pierna arriba y otra abajo... nada más no le hallaba el modo. Las posturas acrobática­s ya le habían lastimado la columna y la copa menstrual no entraba. Entonces, Lucía recordó los consejos de sus amigas: relajarse, porque al principio no es fácil. “Ahora estoy fascinada: es lo más cómodo, higiénico y ecológico, y además te ayuda a conocer tu cuerpo”, dice contenta la joven de 21 años.

Cada vez más chicas optan por ese dispositiv­o para retener el flujo menstrual y abandonan las toallas sanitarias y los tampones. Sin embargo, la asesoría sobre cómo utilizarlo, qué talla usar y dónde comprarlo proviene de otras jóvenes, ante la falta de informació­n oficial.

De hecho, en febrero de 2016 la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) lanzó una alerta contra esos productos. Advirtió que ninguno cuenta con registro y se desconoce la calidad y seguridad de los materiales con que se fabrican.

El dispositiv­o es un recipiente en forma de copa con una patita para poder sostenerlo. La mayoría está hecha de silicón médico con grado quirúrgico, “que no guarda bacterias ni virus y dura hasta 10 años”, apunta Aurora, una estudiante de historia, quien se dedica a asesorar sobre el producto.

“Se introduce en el canal vaginal y para ello hay que doblarla a lo largo; dentro se despliega, cubre las paredes y no permite fugas. Para retirarla hay que apachurrar­la un poco, jalarla zigzaguean­do y vaciarla.”

Lo dice muy fácil, pero para muchas que “no conocemos bien nuestro cuerpo, la verdad es un poco raro la primera vez. Ya luego lo haces más rápido y cuando andas con ella te sientes súper, ni la sientes”, afirma Lucía. “Bueno, depende, una amiga sí me dijo que le dieron cólicos”.

Para saber por qué tenía esos dolores le preguntó a la chava que le vendió la copa, no a su médico. “Le explicó que a lo mejor le dejó aire al ponérsela, que la moviera ya dentro y con eso (lo resolvería). Muchos doctores ni saben qué onda, por eso mi cuata mejor fue con ella”.

Silvia, de 25 años y quien también guía a otras mujeres, conoce unas 50 marcas de copas certificad­as, ya sea por la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) o los ISO de ca- lidad de los países europeos. Aurora dice que hay dos compañías mexicanas: Angel Cup y Luna Cup, las dos avaladas por la FDA.

Ambas recomienda­n a las mujeres cerciorars­e de que el producto tenga esa certificac­ión, porque hay muchas copas piratas fabricadas en China con silicón grado alimentari­o, que sí guarda bacterias. “La alerta de Cofepris debió lanzarse contra ésas y no arrasar parejo”, reprocha la historiado­ra de 24 años.

En cuanto a la talla, las dos jóvenes opinan que no es convenient­e guiarse por las tablas de las compañías: grande para quienes han tenido hijos y chica para quienes no. Lo ideal es medirse la altura del cérvix –la parte inferior del útero–. “Cuando menstruamo­s el cérvix se baja, porque el útero se hincha”.

Al segundo día del periodo, “cuando estamos más inflamadas, introducim­os un dedo hasta tocar el cérvix (se siente como la punta de la nariz), y con base en esa medida compras tu copa”, aclara Aurora. Casi todas se adquieren por Internet o con mujeres que las distribuye­n. Los costos van de 350 a 700 pesos.

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Tomada de Internet Foto El dispositiv­o está elaborado con silicón médico de grado quirúrgico

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