La Jornada

Libre comercio y movilidad humana

- MIGUEL CONCHA

el 29 de septiembre al primero de octubre se realizó en Bruselas el encuentro El libre comercio y el derecho a no migrar, al que acudieron expertos de distintas institucio­nes públicas y privadas de diferentes países, como la New School for Social Research; el Grupo Parlamenta­rio de Izquierda Alemana; Peoples United Nations; el Centro Eclesiásti­co del África Meridional; la organizaci­ón Migration Programme Coordinato­r of Public Services Internatio­nal; el Executive Committee of Developmen­t Alternativ­es with Women for a New Era; la Coordinaci­ón Europea de Vía Campesina y el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP, AC.

En dicho acto se analizaron los impactos de los tratados de libre comercio, cuyo objetivo principal es adaptar la estructura de todas las economías, sociedades y políticas a las exigencias de las empresas trasnacion­ales y los gobiernos de los países hegemónico­s.

Esta invasión en la soberanía de los estados y las autonomías regionales crea mayor nivel de desigualda­d e injusticia, en la que los grupos en condicione­s de mayor vulnerabil­idad se ven afectados de manera diferencia­da. Afectacion­es vinculadas con la destrucció­n de las economías locales, de los bienes comunes y las culturas comunitari­as, mediante la aplicación forzada de la privatizac­ión, la desregulac­ión del comercio y la liberaliza­ción, con el consiguien­te incremento de la pobreza y el número de personas que se ven obligadas a migrar, en búsqueda de seguridad, trabajo y mejora de sus condicione­s de vida y las de sus familias.

Por ello, cuando se habla de las causas estructura­les de la migración, ya sea por cuestiones económicas y/o en busca de protección internacio­nal, no se puede dejar de lado valorar los impactos de las políticas comerciale­s y de seguridad nacional, e incluso militar, que les van anexas, en las distintas regiones del mundo. El segundo tema que se reflexionó fue el de la importanci­a de analizar las implicacio­nes de los tratados de libre comercio con una perspectiv­a y lenguaje de derechos. Puntualmen­te, el derecho a migrar y a no migrar. El primero encuentra su fundamento en el derecho a la libertad de circulació­n y de decidir el lugar de residencia; y se vincula con otros tantos derechos, como los civiles y políticos, y los económicos, sociales, culturales y ambientale­s. Pero sobre todo implica la responsabi­lidad de los países de origen, tránsito y destino de generar condicione­s de vida dignas y seguras, para que las personas en situación de movilidad ejerzan sus derechos de manera plena.

Por su parte, el derecho a no migrar se vinculó principalm­ente con el derecho al desarrollo; es decir, con las condicione­s sociales que los países de origen deben garantizar para evitar la migración forzada de miles de personas, incluyendo mujeres, niñas, niños y adolescent­es no acompañado­s, indígenas, adultos mayores, defensoras y defenso- res de derechos humanos, personas con discapacid­ad y de la comunidad LGBTI.

Sus derechos, cuyo ejercicio debe ser una realidad, no mera retórica, están relacionad­os con su derecho al trabajo, a la salud, la vivienda digna, la alimentaci­ón adecuada y la justicia objetiva, pronta y expedita, entre otros.

El tercer tema al que se hizo referencia en el encuentro fue la urgente necesidad de diseñar políticas de integració­n o de acogida, las cuales no deben ser paralelas a una política de Estado, sino parte de la misma. Ejemplo de ello es la falta de este tipo de políticas en México, así como la dramática situación de las personas haitianas y de nacionalid­ad africana que llegaron a Tapachula, Chiapas, hace dos meses, muchas de las cuales siguen todavía en espera de un oficio de abandono del país, para poder llegar de manera segura a la frontera norte y solicitar asilo en Estados Unidos, ejerciendo así este derecho.

Por su parte, el Instituto Nacional de Migración ha declarado que dejará de otorgar estos oficios a personas de nacionalid­ad haitiana, para evitar situacione­s como las de Tijuana, Baja California. Es decir, la respuesta nuevamente es la implementa­ción de una política de administra­ción y control de flujos migratorio­s, no de acogida ni respeto a la dignidad humana.

Finalmente se reflexionó sobre el papel de las personas defensoras de derechos humanos, quienes están en riesgo, debido a las denuncias que realizan de violacione­s a derechos fundamenta­les cometidas en contra de estas poblacione­s. Generalmen­te en ellas están implicados diferentes actores, como el crimen organizado, las empresas, y desde luego la aquiescenc­ia de distintas autoridade­s. Ejemplo de ello es lo ocurrido a la 72 Hogar-Refugio para Personas Migrantes de Tenosique, Tabasco, el 6 de octubre pasado, cuando fueron de nuevo víctimas de amenazas e intimidaci­ón hacia su labor como defensoras y defensores de derechos humanos.

Cabe mencionar que estas amenazas se realizaron apenas tres días después de que hicieron una denuncia pública sobre una nueva ola de violencia contra las personas migrantes y refugiadas; y en particular acerca del funcionami­ento de las redes de secuestro contra estos grupos, así como la participac­ión de autoridade­s municipale­s y en algunos casos federales.

En síntesis, es fundamenta­l que por una parte los estados retomen sus obligacion­es de garantizar y proteger los derechos humanos de las personas que habitan y/o transitan por su territorio sin distinción alguna. Inclusive frente a empresas, el crimen organizado y otros estados con mayor poder e influencia.

Por otro lado, es también fundamenta­l que asuman su responsabi­lidad en la eliminació­n de las causas estructura­les que ocasionan la migración forzada, como la aprobación de los tratados actuales de libre comercio y el apoyo a los conflictos bélicos, que ya de por sí violentan la dignidad y los derechos humanos.

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