La historia no es sólo lo serio que...
creo. Pienso que eso es posible. En La historia en la mirada hay también muchos momentos en que están las batallas y de pronto sorprendes a la gente que está riéndose, o sea, que pese a todo, la gente logra librarse de los momentos rudos, conflictivos, complicados, y asume esas actitudes mucho más comunes, que todos en algún momento nos reímos, gozamos de algo.
“Ahí lo que seleccioné siempre fue la mirada, los fotógrafos: los niños que desafían a la cámara, los adultos que cuando son sorprendidos por una cámara reaccionan: algunos se ríen, otros se enfadan. Era muy claro que a Zapata, por ejemplo, no le gustaba, bajaba el sombrero para taparse la cara: esto se nota en varias de las secuencias seleccionadas para el filme.
“En la historia creo que también es todo eso, lo que ha hecho el revisionismo –como me han ubicado en la historiografía mexicana–; también ha buscado todo eso. El libro de La ciudad de México que el cine nos dejó es también un poco eso, es un documento por la época en que se filmaron determinadas películas, pero al mismo tiempo es un documento de cómo era la ciudad y cómo veía el cine a esa ciudad, en constante transformación, sobre todo a partir de los años 40, de la Época de Oro, cuando la ciudad está tan retratada por el cine”.
Para Carlos Martínez Assad “es importante que nos relacionemos con todo eso, que no le temamos a la vida cotidiana, a todas estas expresiones o representaciones de la sociedad en la historia que no necesariamente pasan siempre por la batalla, por los problemas de extrema gravedad”.
Ahora todo eso va a cambiar con la tecnología y la llegada de los videos que desaparecen en 24 horas, como Periscope o las cámaras de los teléfonos, y el hecho de que ya no se imprimen las fotografías, como se hacía antes, para llevar un registro, por ejemplo familiar, que luego se convertía en un documento histórico.
“Yo creo que la fotografía siempre captó lo efímero, siempre captó un momento, pero al ser tu familia, tus abuelos, tus padres, etcétera, los conservabas y los atesorabas como algo muy importante. Ahora no es el caso; con el teléfono fotografías absolutamente todo y todo adquiere un nivel como plano, y quién sabe de eso qué se va a poder conservar. Probablemente lo que quede en alguna exposición en algún álbum.
“Yo como historiador lo defiendo mucho; en mis clases uso mucho la imagen y eso le gusta a mis alumnos: se les olvida menos”.