OPINIÓN DISIDENTE SOBRE LOS ATENTADOS EN PARÍS
Es cierto que hay que condenar por principio el fanatismo y la saña de los actos terroristas del viernes en París. También es hora de poner en tela de juicio la estrategia militar estadunidense como única ruta para “combatir el fundamentalismo árabe”. Francia abandonó su enfoque multilateral en política exterior para someterse a los designios de Washington, de modo que el gobierno de Hollande no puede desentenderse por completo de la responsabilidad por los gravísimos atentados terroristas que le costaron la vida a por lo menos 120 personas en París, y causaron heridas a centenas de civiles inocentes.
Sin consultar a los franceses, Hollande pactó con el presidente Obama realizar ataques aéreos en Siria. También pasó por alto tres precedentes decisivos: el 19 de octubre último, tras el triunfo arrollador de los liberales en Canadá, el primer ministro Justin Trudeau llamó de inmediato a Obama para informarle que a partir de ese momento la aviación canadiense abandonaba la campaña militar contra el Estado Islámico en Siria.
Antes, el 7 de enero pasado, otro atentado terrorista había conmocionado a Francia y al mundo: dos árabes armados con rifles de alto poder asaltaron la sede del semanario Charlie Hebdo, asesinaron a 11 personas e hirieron a otras 11, en represalia al parecer por representaciones satíricas de Mahoma. Al final del día, otras 6 personas perdieron la vida en enfrentamientos a tiros y otras 11 resultaron heridas.
En marzo de 2004, al confirmarse la victoria electoral del PSOE, Rodríguez Zapatero retiró a España de la “cruzada” contra Irak que pactaron Bush, Blair y Aznar con el pretexto de desactivar un supuesto arsenal de armas de destrucción masiva. La prudente decisión de Rodríguez Zapatero evitó más atentados como el de 2004 en la estación de Atocha, en Madrid, en el que civiles inocentes pagaron muy caro los delirios de tres tristes fundamentalistas en el poder.
Tal vez el presidente Hollande podría dejar de escuchar el discurso belicista de los halcones del Pentágono para releer a Paul Valéry: “Si el mundo moderno no ha de acabar en una ruina universal e irremediable (...) y si ha de alcanzar cierto equilibrio político, cultural y económico, debemos considerar probable que las diversas regiones del globo, en vez de oponerse por sus diferencias de todo orden, se completen por ellas” (Miradas sobre el mundo actual, 1938, traducción de José Bianco).