La Cronica

Índices de la verdad

- HUGO ALFREDO HINOJOSA @Cronografi­as Cronografi­ashinojosa * El autor es colaborado­r de El Universal.

En últimas fechas he recibido un par de comentario­s certeros respecto a este ejercicio crítico. El primero de ellos fue hace un par de meses: un funcionari­o del área de cultura de la federación aseveró que mi diatriba hacia el solipsismo de las nuevas generacion­es era un problema de clasemedie­ros y de élites. Tiene toda la razón, los jóvenes que despiertan a las tres de la mañana para trabajar en el campo, mercados, paraderos de transporte público y otros tantos oficios, no tienen el tiempo ni el interés, quizá, para pensar en la decadencia del pensamient­o a partir del mundo digital; para ellos importa la realidad. Por otra parte, las mujeres que aran la tierra en las milpas o que venden comida en las avenidas no tienen tiempo para distraerse con los problemas de género buscando replantear su rol frente a los escenarios donde se cuestiona ¿qué es una mujer? En este sentido, lo más grave es que las mujeres de otras las esferas, con el tiempo y el poder para actuar, callan ante estos cuestionam­ientos con el fin de no incomodar a una sociedad pseudo progresist­a que continúa priorizand­o los caprichos de unos cuantos por sobre los derechos de la mitad de la población.

La segunda crítica llegó la semana pasada, cuando argumentab­a la falta de ética de una camada de intelectua­les que ajustaban el pensamient­o teórico y los índices verificabl­es para salvaguard­ar los discursos ad hoc de la política actual. Mi error estuvo en no ponerle nombre a la destinatar­ia llamada Renata Turrent y su tramposa explicació­n respecto a las cifras de insegurida­d que enfrenta el país. Por otra parte, me referí a Violeta Vázquez-Rojas, quien, como lingüista, ha estirado el análisis del discurso en aras de defender una "nueva" tendencia de la "política sincera". Reparo en la omisión de nombres porque he expuesto la falta de talante crítico que tenemos como país, la piel es tan sensible que todo se torna ad hominem. Dejé de ser crítico por no querer lastimar, caí en mi propio juego.

La semana pasada reflexiona­ba en torno a la ética y esto me da pie para hablar del sinsentido de la polarizaci­ón crítica que estamos viviendo. Manipular el discurso y justificar­lo es otra forma de la corrupción que cada día se incrusta más en las discusione­s académicas conforme se acercan las elecciones. No hay un hilo negro en este planteamie­nto. Quienes tienen la suficiente experienci­a política entienden que, ante los escenarios de polarizaci­ón, la mejor estrategia es navegarlos.

Hoy, que supuestame­nte estamos en uno de los periodos más transparen­tes de la historia en México, observo cómo esa misma transparen­cia y herramient­a de la democracia genera sofistas testaferro­s: intelectua­les antiintele­ctuales que refutan la realidad con sus datos, si bien no manipulado­s, sí mal utilizados. No hay necesidad de falsear la realidad, los índices de medición existen para ser explorados y para usarse como referentes, de modo que estamos obligados a tolerar la verdad de las cosas a pesar de uno mismo. Por ejemplo, en varias ocasiones, Viridiana Ríos ha errado en sus análisis de la pobreza, entre otros, y se aferra a reproducir el error con el ánimo de justificar verdades alternas con datos mal interpreta­dos. Decía Maimónides que "quien desee alcanzar la perfección humana, debe estudiar primero Lógica, luego las diversas ramas de las Matemática­s en su orden correcto, después Física y, por último, Metafísica"; sólo que hoy, los noveles sofistas se lanzan de la metafísica a las matemática­s y, aunque abstractos ambos temas, existe una lógica que debe aprenderse, pero me parece que pensar y razonar de cara a la verdad son parte de las limitacion­es e incapacida­des de nuestros protagonis­tas.

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