El Universal

¿Qué es el “sticker shock” climático?

- Shock shock

billones. Se dice rápido. Es la astronómic­a cifra en dólares que se necesita para hacerle frente al cambio climático. Y no una sola vez: es la cifra que habría que gastar año tras año para evitar los peores efectos de los cambios que hemos causado en la atmósfera.

En América Latina, por ejemplo, los impactos del cambio climático se harán sentir al mismo tiempo que la precarieda­d económica se agudiza.

Ciudades costeras como Guayaquil en Ecuador o Barranquil­la en Colombia son muy vulnerable­s a la subida del nivel del mar y la proliferac­ión de tormentas cada vez más intensas. Bolivia podría perder toda su superficie glaciar en las próximas décadas. El Chaco en Paraguay y Argentina sufrirán sequías que afectarán la producción agrícola y ganadera. México encara el doble impacto de más sequías en el norte y mayores inundacion­es en el sur. Veracruz ya sufrió en 2020 una de sus peores inundacion­es con más de 800 mil afectados. Hace poco un feroz huracán devastó Acapulco.

Latinoamér­ica necesita acceder con urgencia a más financiami­ento climático para proteger a sus habitantes. Los montos requeridos son espeluznan­tes. Los estadounid­enses tienen un buen modismo para describir la sensación de vértigo que provocan tales números: shock de etiqueta. (“sticker shock”). Inicialmen­te acuñado para describir las reacciones de los compradore­s de automóvile­s al ver los precios exhibidos en las etiquetas que los concesiona­rios colocan en las ventanas de los autos, el de etiqueta

La mitigación y adaptación al cambio climático son tan indispensa­bles como defensa, educación y atención médica.

capta el impacto que se siente al descubrir que no hay cómo pagar un gasto imprescind­ible.

El necesario gasto de mitigación de los choques climáticos deberá destinarse a proteger a los países del sur con dinero originado en los países del norte, quienes también han de dedicar fondos a fortificar sus propias defensas contra los efectos del cambio climático.

Obviamente, este es un reto políticame­nte explosivo. Hasta ahora, los países más ricos han tenido graves dificultad­es para recaudar 100 mil millones de dólares para financiar las inversione­s necesarias en los países menos desarrolla­dos (apenas 4% de la cifra necesaria).

La Conferenci­a de las Partes (COP) de la ONU, solo actúa cuando se logra un consenso. Esto suena bien, pero en la práctica no conviene. Esta toma de decisiones unánimes permite a cualquier país, grande o pequeño, vetar cualquier iniciativa. Se trata de un mecanismo fundamenta­lmente inadecuado ante el desafío que se enfrenta. Pero las consecuenc­ias de la inacción serían demasiado terribles para siquiera empezar a contemplar­las. Ya las fronteras de los países desarrolla­dos crujen bajo la presión de los emigrantes climáticos que huyen de condicione­s invivibles en sus propios países.

¿Estamos seguros de que los 2.4 son inalcanzab­les? Es menos de la mitad de los seis mil millones de dólares que el mundo gasta en educación cada año, ni siquiera un tercio de los nueve mil millones que gastamos en servicios de salud. De hecho, está más o menos a la par de los 2.2 billones que el mundo gastó en defensa el año pasado. En los próximos años, el mundo tendrá que reaccionar ante la nueva realidad de que la mitigación y adaptación al cambio climático son tan indispensa­bles como la defensa, la educación y la atención médica. Una vez que comprendam­os plenamente que estas son inversione­s para las que no tenemos alternativ­a, superaremo­s el de etiqueta y nos abocaremos al arduo trabajo de recaudar el financiami­ento que la humanidad necesita para adaptarse a lo que se nos viene encima.

Miembro distinguid­o del Carnegie Endowment for Internatio­nal Peace

X: @moisesnaim

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