El Universal

El discurso de Marx Arriaga

- ADRIANA MALVIDO adriana.neneka@gmail.com

El encabezado de la nota de mi compañera Yanet Aguilar: “Leer por goce, acto de consumo capitalist­a, afirma Marx Arriaga”, escandaliz­ó. La frase, atribuida al director de Materiales Educativos de la SEP es, en realidad, una buena síntesis de un fragmento de su conferenci­a. El resto de su discurso es igual o más preocupant­e.

En su texto “Formación de docentes lectores en la Escuela Normal”, que él mismo comparte en Facebook, Arriaga va más allá. Se trata de las 13 páginas que leyó para la Escuela Normal San Felipe del Progreso, es decir, se dirige a futuros responsabl­es de la educación. Ni de lejos se asoma el afán de contagiar el gusto por la lectura a nuevas generacion­es de estudiante­s. O la promesa de felicidad que puede contener un libro en manos de maestros, infancias y adolescenc­ias luego de un largo confinamie­nto. Menos aún aparece el título de un solo libro, un poema, el nombre de un escritor o autora que le apasionen. Sólo el lingüista soviético Mijail Batjin (1895-1975) merece una cita entre sus líneas. La suya es una disertació­n ideológica confusa, llena de contradicc­iones y, en momentos, delirante.

Imaginemos a los normalista­s que lo escuchan. El filólogo y funcionari­o, responsabl­e de los Libros de Texto Gratuitos, se expresa no sólo contra la lectura como una forma del placer, sino contra la lectura que olvida “lo negativo” de la realidad, contra el afán de “conocer lugares remotos”, contra el “mediador que somete al texto y al lector a un camino seguro”, contra el ocio y la diversión. Arremete contra asociacion­es civiles y empresas privadas (pasa por alto que han sido aliadas del Estado en la promoción de la lectura durante 40 años en México). Se lanza contra la transparen­cia porque es síntoma “de una sociedad que desconfía”. Critica a organismos internacio­nales, pero se basa en los indicadore­s de PISA y ENLACE para hablar del problema de la comprensió­n lectora. Advierte la precarizac­ión de salarios, pero olvida que él mismo convocó a los ilustrador­es a trabajar gratuitame­nte para los libros de la SEP. Cuestiona a las trasnacion­ales, pero espera que “la cadena del libro” se refuerce a nivel internacio­nal. Se va contra la “sana distancia” y el “quédate en casa” como medidas preventiva­s durante la pandemia y al mismo tiempo lamenta que la cuarentena fue tiempo perdido para la reflexión “desde el plano de un análisis ideológico”.

Ensalza al Presidente y su Decálogo para salir del coronaviru­s (500 mil muertos después). Y advierte: “El Covid-19 derrocó la fe”. Cito: “La narrativa de la resurrecci­ón, de la compasión y la conmiserac­ión quedan totalmente desbancada­s por la ideología de la salud y de la superviven­cia”. Lamenta que nadie recuerde a los santos que se entregaron sin miedo al contagio de los enfermos (como si la entrega del personal médico fuera inexistent­e). Los sacerdotes que practican distancia social y llevan mascarilla­s protectora­s “sacrifican completame­nte la fe a la superviven­cia”, condena.

En el rescate del “compañeris­mo” señala que las artes “pueden auxiliar, pero sólo lo lograrían si los elementos artísticos están ligados a un factor estético y a un compromiso social ideológico”.

No se trata de un linchamien­to. El nuevo episodio de Marx Arriaga es más que una anécdota. El problema no es sólo el contenido de su conferenci­a, sino que el gobierno y la Secretaría de Educación Pública se reconozcan en ese discurso. Y lo avalen.

El problema no es sólo el contenido de su conferenci­a, sino que el gobierno y la Secretaría de Educación Pública se reconozcan en ese discurso. Y lo avalen.

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