La conquista de Michoacán
ñoles les harían “justa guerra” para esclavizarlos y mandarlos a las minas de oro.
Mientras que el reparto en encomiendas de los pueblos del centro de México se hizo de manera rápida y atropellada en 1522 y 1523, dando lugar a malas apreciaciones, el reparto de los pueblos michoacanos se hizo después de la visita de Antonio de Carvajal, de 1523-1524, que hizo una descripción de los pueblos, sus familias, tierras y aguas. Cortés se adjudicó a sí mismo las mejores encomiendas, particularmente la capital, la ciudad de Tzintzuntzan (Huitzitzillan o Uchichila) y varios pueblos mineros.
La situación se agravó cuando Cortés salió de la Ciudad de México a fines de 1524 a su catastrófica expedición a Honduras y lo atacaron sus enemigos. Le quitaron sus encomiendas, entre ellas las michoacanas; las recuperó brevemente en 1526, de regreso de Honduras, pero las perdió nuevamente en 1528-1530 con el gobierno abusivo de la Primera Audiencia. En estos vaivenes, las encomiendas michoacanas cambiaban de manos y aumentaron las exacciones arbitrarias, extemporáneas y abusivas. El Cazonci, ya bautizado como don Francisco Tangáxoan, fue varias veces encarcelado y molestado, para que entregara más oro a los ávidos españoles. Mientras tanto, don Pedro Cuínierangari lo reemplazaba.
Cuando el presidente Nuño de Guzmán supo en 1529 que sus desmanes habían llegado a oídos del Consejo de Indias y que sería destituido de la Audiencia, organizó una armada de conquista de los “teules chichimecas” del noroeste, pasando por Michoacán, para pedir hombres, armas y bastimentos. El presidente Guzmán era justicia mayor de la Nueva España, y ante él un encomendero acusó al Cazonci de organizar una emboscada contra los españoles, de esconder pueblos para que no pagaran tributo a los encomenderos, de sacrificar españoles y bailar con sus pieles puestas. Durante el juicio, el Cazonci, don Pedro y otros nobles michoacanos fueron sometidos a tormento por estos cargos y para que entregaran todo el oro. El Cazonci fue hallado culpable y ejecutado el 14 de febrero de 1530: fue envuelto en un petate y arrastrado por un caballo, fue ahorcado y luego quemado. Su gente recogió sus cenizas y el terror se extendió en Michoacán. Muchos huyeron al norte y se integraron a los grupos chichimecas que estallarían en 1541 en la Guerra del Mixtón.
Don Pedro y otros nobles atormentados fueron llevados en hamacas a la expedición, porque no podían caminar, pero don Pedro fue puesto en el cargo de gobernador de Michoacán, que tendría hasta su muerte en 1543. J. Benedict Warren llevó hasta 1530 su narración de La conquista de Michoacán (1977), pero no puede decirse que ésta haya concluido con la muerte del Cazonci, pues la provincia quedó convulsionada.
Entre 1531 y 1535 gobernó la Segunda Audiencia de México, que trató de remediar los males que sufrían los indios, por los españoles abusivos y por las epidemias. El propio don Pedro acudió en 1532 a la Ciudad de México ante la Audiencia para quejarse de los agravios que sufrían los michoacanos, y dejó a sus propios hijos y a los del recién ejecutado Cazonci como rehenes (los educaron los frailes). Como resultado, en 1533 la Audiencia mandó a uno de sus oidores, el licenciado Vasco de Quiroga, a visitar la provincia de Michoacán y restablecer el orden. El licenciado Quiroga castigó a los corregidores abusivos, que torturaban a los nobles michoacanos para que revelaran donde tenían el oro; fundó en el pueblo de Uayámeo el “pueblo hospital” de Santa Fe de la Laguna, basado en los principios comunitarios cristianos de la Utopía (1516) de Tomás Moro, y fundó en Tzintzuntzan la “ciudad de Mechuacan”, con un doble gobierno, indio y español, con el fin de establecer una convivencia pacífica y mutuamente beneficiosa de indios y españoles. A partir de la visita de Quiroga, se estableció una situación de paz relativa en Michoacán, y los frailes franciscanos y agustinos pudieron avanzar en su “conquista espiritual”. En 1538 regresó Vasco de Quiroga, pero ya no como oidor de la Audiencia, sino como obispo de Michoacán. Trasladó a Tzintzuntzan y a Pátzcuaro la sede del obispado y de los gobiernos indio y español de la ciudad de Mechuacan. Y aunque esta y otras decisiones provocaron fuertes disensiones con los frailes, juntos completaron la cristianización de la provincia y establecieron normas de convivencia entre indios y españoles que le dieron su personalidad.
Dos años después de concluida la Relación de Michoacán, falleció en 1543 don Pedro Cuínierangari. Lo sucedió en el gobierno de Michoacán el hijo mayor del Cazonci, don Francisco Taríacuri, quien falleció en 1545, acaso por la epidemia que comenzó ese año. Lo sucedió su hermano menor, el culto don Antonio Huítzimengari, quien gobernó hasta su muerte en 1562 y colaboró estrechamente con las autoridades españolas, junto con las cuales encabezó contingentes de guerreros michoacanos que participaron en la conquista del norte de la Nueva España y dieron actualidad al origen chichimeca de los michoacanos.
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