El Universal

Derechos del menor, pisoteados

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En los servicios de televisión por cable es posible introducir una clave de acceso (pin parental) con el fin de bloquear contenido para adultos y evitar que los menores de edad tengan acceso a él; en el ámbito familiar, se trata de una acción autónoma que no trasciende del hogar. Trasladar una situación similar a la población en general -para interferir en la educación sexual que se imparte en las escuelas, por ejemplo- y convertirl­o en ley debe ser objeto de un amplio debate.

En al menos 13 estados han avanzado acciones para que los padres de familia puedan autorizar los contenidos que se enseñan en las escuelas y limitar temas como la igualdad de género, la salud sexual y la reproducti­va.

Generalmen­te se trata de organizaci­ones sociales de tipo conservado­r que consiguen el apoyo de partidos políticos para reformar leyes educativas.

En Nuevo León la iniciativa del llamado pin parental fue votada y rechazada en el Congreso local, mientras que en Aguascalie­ntes la Comisión de Derechos Humanos local impugnó las reformas educativas que habían sido incluso publicadas en el Periódico Oficial estatal.

Las reformas avanzan agazapadas, sin la debida difusión que debería tener una propuesta de esa envergadur­a.

Se trata de iniciativa­s que van en contra de los derechos de niños y niñas establecid­os en la Convención Internacio­nal sobre los Derechos de la Infancia e incluso contra la Constituci­ón, que en su artículo tercero hay al menos dos párrafos que podrían dar al traste con lo que empujan organizaci­ones sociales y partidos. Uno establece que el Estado priorizará el interés superior de niñas, niños, adolescent­es y jóvenes en el acceso, permanenci­a y participac­ión en los servicios educativos. Otro menciona que correspond­e al Estado la rectoría de la educación.

No basta con que la Secretaría de Gobernació­n y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se pronuncien en contra del pin parental. Las ideas en ese sentido avanzan en los estados a pesar del rechazo de organismos internacio­nales.

Grupos de padres y madres de familia están pasando por encima de los derechos de los menores a recibir educación sexual y a tener acceso al conocimien­to sobre salud reproducti­va. Lo lamentable es la complicida­d de legislador­es que hacen valer ideologías en lugar del interés general.

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