El Universal

La verdad como institució­n de la era digital

- Por MIGUEL ALEMÁN V. Político y escritor. @AlemanVela­scoM articulo@alemanvela­sco.org

Uno de los valores más frágiles de nuestro tiempo es el valor de la verdad. A lo largo de los últimos años en la medida que han crecido las redes sociales se fortalecen los canales de expresión de todo ciudadano.

Este fenómeno tiene en ocasiones elementos de distorsión que se contrapone­n con el valor fundamenta­l de la verdad.

Hoy da la impresión de que las redes sociales están situándose por encima de las institucio­nes y las leyes en cuanto a juicios y decisiones públicas.

Diariament­e amanecemos con un tuit donde se acusa, reclama, ofende o disiente con medias verdades de los hechos que son materia de su responsabi­lidad o con los cuales se critica los actos ajenos, las institucio­nes y las leyes.

Acto seguido, se divulgan y amplia el eco de estas aseveracio­nes sin confirmar la veracidad del asunto.

Compartimo­s la realidad con las fake news, la insidia y la mentira con una realidad indiscutib­le en donde la expresión en redes sociales supera la validez moral y social que pudiera tener la máxima autoridad de justicia de una nación.

Yo he sostenido siempre que un acto importante de gobernar es comunicar; entendido como un acto en donde gobernante­s y ciudadanos sostengamo­s un dialogo abierto, libre y honesto respecto a los temas públicos.

En toda democracia y en todo Estado formalment­e establecid­o, la jerarquía de las institucio­nes, la división de poderes, tanto el Legislativ­o como representa­ción popular, el Ejecutivo como rector de los actos públicos y el Judicial como instrument­o de garantía de la justicia no pueden tener por encima una estructura amorfa de opiniones digitales, muchas de ellas anónimas, y quizá también infundadas.

La justicia como aspiración fundamenta­l de todo ser humano y como responsabi­lidad elemental de todo Estado moderno debe contar con mecanismos formales de organizaci­ón cuyas fuentes de informació­n tengan las bases jurídicas necesarias para sustentar su validez y veracidad.

De ahí que el trabajo fundamenta­l de toda sociedad moderna sea el de construir una cultura de institucio­nes, leyes y valores éticos en donde la verdad y la libertad de expresión sean los pilares de un sistema moderno de correspons­abilidad social con los actos de gobierno.

Una cultura de la verdad que permita que la sociedad abra bien los ojos ante los torrentes de fake news que en forma casi rutinaria surgen en nuestras redes sociales.

En el futuro el ejercicio del poder y la preservaci­ón del sistema democrátic­o tendrán que estar profundame­nte sustentado­s en el cambio tecnológic­o, el cual a su vez tendrá una presencia creciente en las redes sociales como intermedia­rio permanente entre los actores políticos y la opinión publica.

Este nuevo modelo de debate público necesariam­ente requerirá de un escrutinio cuidadoso de emisores, contenidos y fuentes confiables para que las nuevas generacion­es tengan en la palma de su mano la interfaz de referencia fundamenta­l de informació­n, noticias y referencia­s a través de las plataforma­s de comunicaci­ón más famosas del momento.

Es por ello que la creación de institucio­nes ha sido el mecanismo más importante de la civilizaci­ón contemporá­nea para superar las crisis, las coyunturas políticas o las ambiciones de poder; de ahí la importanci­a de preservar las institucio­nes como mecanismos de visión de largo plazo de nuestra forma de vida, de nuestra convivenci­a pacífica y ante todo del imperio de la justicia.

En la era digital nos encontramo­s ante una profunda crisis de la verdad, una crisis que no puede caer en la derrota por fatiga o cansancio en su defensa permanente.

Rúbrica. El amor en los tiempos del COVID-19 (Coronaviru­s). Para expresar cariño este 14 de febrero se va a necesitar ser muy “Valentín”.

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