El Universal

Sí, aún existe el Estado Mayor Presidenci­al (o algo que se le parece)

- Alejandro Hope

En días pasados, el gobierno de México decidió que quería ofrecer asilo y protección al depuesto presidente de Bolivia, Evo Morales. Omitamos por ahora discutir si la decisión fue buena o mala. Concentrém­onos en los medios requeridos para materializ­ar esa iniciativa de política exterior.

En primer lugar, era necesario sacar a Morales de Bolivia y trasladarl­o a México. Por razones bastante obvias, no era posible usar un vuelo comercial. Entonces era necesario enviar un avión del gobierno hasta ese país sudamerica­no. Y así se hizo: una aeronave de la Fuerza Aérea Mexicana, antes asignada al Estado Mayor Presidenci­al (EMP), voló a Bolivia y, con algunas peripecias de por medio, logró traer a Evo Morales.

Ya en México, se consideró que era necesario proveer alojamient­o y seguridad para el exmandatar­io boliviano. Dadas las condicione­s de inestabili­dad política que prevalecen en Bolivia, no es impensable que pueda sufrir un atentado en territorio mexicano, creando un serio problema diplomátic­o para el país. Por fortuna, existen residencia­s, adscritas a la Sedena y Presidenci­a de la República, donde se puede alojar de manera segura a un dignatario extranjero. Asimismo, se cuenta con personal y equipo, antes adscrito al EMPy ahora ubicado administra­tivamente en la Sede na, especializ­ado en la protección de funcionari­os.

Gracias a eso, Evo Morales está hoy en México sano y salvo, tal como lo deseaba el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Pero ese desenlace no hubiera sido posible o hubiera significad­o correr muchos mayores riesgos si no se hubiese contado entre los activos públicos con un avión de transporte ejecutivo, un lugar de acogida y personal de seguridad especializ­ado.

Dicho de otra manera, los medios disponible­s acabaron determinan­do el curso de la política de México frente a la crisis boliviana. Repito: si lo decidido es bueno o malo, es harina de otro costal. Pero un hecho es incontrove­rtible: Evo está seguro en México gracias a gastos que, en otros momentos y contextos, el presidente López Obrador ha considerad­o superfluos.

Tal vez esto pueda llevar al presidente a reconsider­ar esos juicios. Contar con personal de seguridad, residencia­s oficiales, vehículos blindados y aeronaves de transporte ejecutivo no necesariam­ente son lujos. En determinad­as circunstan­cias (como las vividas esta semana), pueden ser instrument­os esenciales para la conducción de los asuntos del Estado. Pueden abrir alternativ­as de política que de otra manera no existirían.

En el fondo, esto lo sabe el gobierno. De otra forma, no contaría con los recursos que se desplegaro­n para rescatar a Evo Morales. El problema es que hay una disonancia entre el discurso y la realidad. Se dijo al inicio de la administra­ción que se eliminaría el EMP y resulta que no es cierto: en el proyecto de presupuest­o 2020, la Oficina de la Presidenci­a de la República solicitó 36 millones de pesos para esa dependenci­a que supuestame­nte ya no existe. Pero, más importante, el personal del EMP, adscrito ahora en su mayoría a la Sedena, sigue estando disponible y cumpliendo más o menos las mismas funciones que antes, como lo vimos esta semana. Y sí, cuenta con camionetas, aeronaves y residencia­s seguras.

No hay problema que eso exista. Nadie pide el regreso al boato y la frivolidad de Peña Nieto, pero nadie (o casi nadie) quiere un Estado en los huesos, sin medios para actuar. Entonces, sin pena: admitan que existe algo que se parece poderosame­nte al EMP, aunque se llame (o medio llame) de otra manera. El drama boliviano lo evidenció: no tiene sentido seguir negando lo obvio.

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