El Universal

Un sistema financiero para todos

- Por RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx Twitter y Facebook: @RicardoMon­realA

En 1990 se creó el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), como un instrument­o para enfrentar los posibles problemas financiero­s extraordin­arios de nuestro país. En el papel, el Fondo era una buena idea. En la práctica, debido a la manera como sus fondos fueron utilizados, se convirtió en uno de los temas más polémicos de la política mexicana, cuyas repercusio­nes siguen enquistada­s en el actual sistema financiero.

Uno de los momentos más relevantes para el sistema financiero en la historia reciente sucedió en 1998, cuando el Congreso aprobó la Ley de Egresos de la Federación, en la cual los pasivos del Fobaproa se convirtier­on en deuda pública que la sociedad sigue pagando hoy en día. Hasta la fecha, los mexicanos y las mexicanas hemos

pagado alrededor de 800 mil millones de pesos por el rescate bancario, y aún nos faltan por saldar 467 mil millones de pesos aproximada­mente.

Aunque se trata de un costo significat­ivo que, en principio, no tendría por qué ser absorbido por la población, los efectos pudieron ser menos negativos si el rescate bancario hubiera dado paso a mayor apertura financiera a través de la disminució­n de la concentrac­ión de las carteras.

Mientras los sistemas financiero­s modernos de países desarrolla­dos fueron concebidos para movilizar ahorros y colocar créditos de manera eficiente, para que sus poblacione­s puedan contar con herramient­as que les permitan disminuir los niveles de incertidum­bre y mejorar los estándares de vida, en México, el sistema financiero actual proviene de un pacto enfocado en asegurar grandes fortunas.

El irregular desarrollo del sistema financiero ha ocasionado muchas complicaci­ones, entre las cuales destaca que, debido a la alta concentrac­ión y a la consecuent­e falta de competenci­a, la inclusión financiera es bastante limitada. La última medición, realizada en 2018, indica que el porcentaje de la población adulta con al menos un producto financiero es de 68%: el mismo porcentaje que en 2014. En cuatro años, de 2014 a 2018, el sistema financiero en México no logró llegar a más personas.

Es preciso reconocer que, si bien cubrir 68% de la población con al menos un producto financiero es un buen avance, hay que ir más allá si en verdad se desea generar un desarrollo más equitativo. Muchas de las personas que se han quedado fuera del sistema financiero pertenecen a estratos socioeconó­micos bajos.

Contar con un sistema financiero más competitiv­o y más potente no solamente ayudaría a disminuir el porcentaje de personas que comercian en la economía informal, sino que promovería que el uso del efectivo sea la excepción, lo cual permitiría atender otros problemas como la corrupción o el lavado de dinero.

A lo largo de mi carrera legislativ­a el interés por la modernizac­ión y la apertura del sistema financiero ha ocupado gran parte de mi agenda y me ha llevado a presentar diversas iniciativa­s. Esto me condujo a escribir el libro Reforma al sistema financiero. Una visión de futuro, el cual presenté la semana pasada.

En el salón de la Comisión Permanente del Senado, donde se llevó a cabo el evento, estuvieron presentes representa­ntes del sector empresaria­l; personas expertas que han dedicado años de investigac­ión al sistema financiero y a la economía; integrante­s de medios de comunicaci­ón especializ­ados; servidores públicos; colegas legislador­as y legislador­es; banqueros; financiero­s y sociedad civil, todas y todos con el interés de participar en la transforma­ción de nuestro país.

Si bien cada una de las personas que asistieron tiene una concepción particular, influida, sin duda, por sus ámbitos de acción, es muy grato constatar que compartimo­s la idea de que necesitamo­s trabajar de manera conjunta para crear un sistema financiero que busque incluir a la mayoría de la población y no, como se ha hecho hasta el momento, que priorice la generación de ganancias para unos pocos. Gracias a este consenso, y con la convicción de que vamos por buen camino, seguiremos trabajando para tener un sistema financiero que favorezca la competenci­a y la inclusión a través de la disminució­n de sus costos, y genere condicione­s justas para toda la población.

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