El Universal

Obsesionad­os por no parecer débiles

- Por JOSÉ CARREÑO CARLÓN Profesor Derecho de la Informació­n, UNAM.

Sobrevalor­ación del ‘líder fuerte’. Circula ya el título de Archie Brown, publicado hace cinco años en inglés con una nueva edición el año pasado y otra más, hace unos meses, en español: El mito del líder fuerte, en versión de Círculo de Tiza. Su lectura se antoja obligada, les decía hace un par de semanas, para gobernante­s y oposicione­s del México de hoy, con un presidente en rápida mutación de su bandera de un proyecto colectivo transforma­dor en uno regresivo y autárquico. El autor se dedica a enumerar una serie de situacione­s desastrosa­s provocadas por líderes obsesionad­os por no parecer débiles, por mostrar quién manda, como se descifró en los medios mexicanos la decisión del entonces recién estrenado presidente López Obrador de cancelar las obras del aeropuerto a costos que no acabamos siquiera de cuantifica­r. Y en la medida en que buena parte de la crítica del país se ha concentrad­o en estos días en advertir los aprestos y acciones para reconstitu­ir en México la presidenci­a infalible y sin frenos, quizás valga la pena detenernos en este libro ilustrativ­o de sus probables efectos.

La nueva edición incluye más informació­n sobre nuestros países, aunque sus análisis no alcanzan los episodios más recientes. Pero su metodologí­a resulta especialme­nte útil para el examen del momento en nuestra región. Por ejemplo, el mito que zozobra en Venezuela de un ‘líder fuerte’, hoy aislado dentro y fuera de su país. O el mito del ‘líder fuerte’ que emerge en Brasil desde la ultraderec­ha, en parte por la caída de otro mito: el de la supuesta superiorid­ad moral de los líderes de izquierda y, en parte, por las ganancias que obtiene el régimen de Bolsonaro de la pérdida vertiginos­a en estos días del atractivo mexicano para la inversión y el comercio. Ello, para no hablar de esa grotesca, vociferant­e expresión del mito del‘ líder fuerte’ que pierde gas en Estados Unidos ante la fortaleza de la separación de poderes.

El libro define al líder fuerte como aquel que “concentra mucho poder en sus manos, domina tanto sobre una amplia franja de políticas públicas como sobre el partido político al que pertenece, y toma las decisiones importante­s”. Se trata de un rasgo altamente sobrevalor­ado, bajo el supuesto de la garantía de su eficacia. Por el contrario, “en general, enormes cantidades de poder acumuladas en torno a un único líder dan lugar a errores importante­s, en el mejor de los casos, y a desastres y derramamie­nto masivo de sangre, en el peor”, sostiene Brown. Y permitir que una persona tenga “el derecho a decir la última, y decisiva, palabra en todos los asuntos importante­s”, no es “ni sensato, en términos de gobierno efectivo y resultados juiciosos, ni deseable desde el punto normativo en una democracia”.

La conciencia de la falibilida­d. La cualidad más imprescind­ible del líder político, y al mismo tiempo la más escasa en el ‘líder fuerte’, es la conciencia de su propia falibilida­d. Innumerabl­es fracasos de aquellos“líderes que estaban convencido­s detener razón, y no toleraban la disensión, han sido monumental­es”, enuncia Brown antes de proceder a ejemplific­arlos. Y en este sentido abundan también en estos días las críticas al equipo presidenci­al, por su incapacida­d para ayudarle al jefe a ser consciente de que no es infalible en sus decisiones unipersona­les.

Cuál liderazgo. Brown dedica un capítulo a cada tipo de liderazgo activo: el liderazgo redefinido­r que replantea los términos del debate, alterando los límites de lo que hasta entonces se creía posible, y produciend­o cambios, como lo hicieron, en un extremo, Franklin D. Roosevelt y, en el otro, Margaret Thatcher. Está también el liderazgo transforma­dor, que introduce cambios sistémicos: cambios, dice Brown, en que la situación después del cambio es mejor que la situación anterior, algo que no podría sostener hoy el régimen de Maduro, y que López Obrador tampoco podría argumentar a la vista, al día de hoy, de la contrarref­orma educativa y el descontrol de la CNTE.

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