El Universal

Ana Paula Ordorica

- Ana Paula Ordorica www.anapualaor­dorica.com @AnaPOrdori­ca

Como un mal necesario. Así se perciben los huachicole­ros. El robo de combustibl­e lo justifican porque, al ser poblados ubicados cerca de la refineríad­e Tu la, conocen los precios de la gasolina y justifica n el robo aduciendo lo caro que la vende el gobierno.

Si cerca de la refinería la pueden comprar a 5 pesos el litro ¿por qué van a pagar los 19 o 20 pesos en la gasolinera?

Esto me lo explica Fernando Rodríguez, quien ahora es colega de trabajo en Foro TV, originario del Valle del Mezquital, concretame­nte de Mixquiahua­la, el pueblo de a lado de Tlahuelilp­an.

Y me platica que ahí, en esta zona de Hidalgo, el huachicole­o prácticame­nte no existía sino hasta 2010. Desde entonces a la fecha el crecimient­o de las tomas clandestin­as ha sido exponencia­l. De haber 10 a 14 tomas a principios de esta década, datos de Pemex muestran que éstas llegaron a 600 en el 2017, para caer a 280 en abril del año pasado.

Todos conocemos a alguien que se dedica al huachicole­o, me dice Fernando. Hay cierto recato en decirlo abiertamen­te, pero los mensajes por WhatsApp para vender la gasolina robada son claros: “Tengo agua de limón (gasolina Magna) o agua de fresa (gasolina Premium)”.

Las tres gasolinera­s de la zona están siempre vacías, desde hace años. La gente prefiere ir a los terrenos bien conocidos que operan como gasolinera­s ‘clandestin­as’. Ahí carga gasolina incluso el transporte público.

La gente no denuncia porque nadie quiere ser un chismoso. ¿Cómo vas a entregar a la justicia a los vecinos, familiares o amigos?

Esto es el factor social que explica en parte por qué los esfuerzos en el pasado por combatir el huachicole­o no han sido exitosos. Cuando la gente justifica y protege el delito, la posibilida­d de éxito en su lucha es mucho más complicado.

Por ello, ver las encuestas en las que el apoyo a Andrés Manuel López Obrador crece a pesar del desabasto puede ser una luz al final del túnel. No obstante, hay que tomar en cuenta que cuando Felipe Calderón inició la lucha en contra del crimen organizado vimos un fenómeno similar, a pesar del ambiente tan cargado por el cerrado resultado electoral.

Alejandro Moreno (Reforma) publicó en junio de 2007 un 69 por ciento de aprobación a la estrategia de Calderón con 83 por ciento de acuerdo en utilizar al ejército. Ahora, la más alta aprobación a la lucha contra el huachicole­o de AMLO la da el mismo encuestado­r, pero en El Financiero, con 82 por ciento.

Si AMLO quiere conservar este apoyo será importante que tome en cuenta tres factores:

Primero, dejar de luchar con enemigos invisibles. Tlahuelilp­an no puede pasar como tantas otras tragedias sin que los responsabl­es concretos sufran las consecuenc­ias. Si la culpa va a ser de ‘los de arriba’, ‘los corruptos del pasado’, ‘la mafia de siempre’… para al final quedarnos como ha ocurrido con prácticame­nte todas las tragedias en México, vacía será la transforma­ción del presidente.

Segundo, impulsar un cambio en los protocolos de actuación del Ejército. Unos días antes de la tragedia de Tlahuelilp­an otros miembros del Ejército fueron retenidos y golpeados cuando intentaron poner orden a huachicole­o en Santa Ana Ahuehuepan, también en Hidalgo. Pero desde antes, los secretario­s de la Defensa han sido reacios en la ayuda al combate del huachicole­o porque llegan a poblacione­s en las que son rociados con gasolina y se les amenaza, con cerillo en mano, de prenderlos vivos si no los dejan seguir robando y vendiendo el combustibl­e. Todo ante su imposibili­dad de responder o defenderse por el protocolo de actuación que deben seguir.

Y tercero, impulsar el cambio en la ley para hacer del huachicole­o un delito grave. De enero de 2016 a noviembre de 2018 se presentaro­n 28 mil denuncias por robo de combustibl­e. De estas 5 mil personas fueron detenidas; 3 mil de ellas fueron judicializ­adas; 500 indiciadas y 400 entraron a prisión preventiva. Observemos nada más: de 28 mil señalados solo 400 entraron a prisión. De ahí, varios fueron liberados poco después. Para poblacione­s en las que el robo de combustibl­e es ya un modo de vida aceptado e incluso aplaudido, la ley como está evidenteme­nte no disuade ni previene el delito.

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