El Universal

Exitosos destinos turísticos ¿en riesgo?

- Director de la Facultad de Turismo y Gastronomí­a, Universida­d Anáhuac México. Twitter: @fcomadrid Francisco Madrid

El pasado fin de semana tuve la oportunida­d de visitar, nuevamente, el Caribe mexicano, buque insignia de la actividad turística de nuestro país. Sin duda, como me sucede cada vez que regreso a esta zona, me quedo maravillad­o por la consolidac­ión de un cluster industrial de grandes proporcion­es, cuya expansión pareciera no tener fin –hoy, por ejemplo, la oferta hotelera ronda las 100 mil habitacion­es– y cuyos resultados a la vista parecen confirmar la tesis de que el turismo es una poderosa locomotora, capaz de generar desarrollo económico y social.

Una buena manera de confirmar esta capacidad para generar el desarrollo está relacionad­a con la capacidad de reducción de la pobreza, y en ese sentido, Quintana Roo muestra evidencias suficiente­s para comprobar la tesis. De acuerdo con el Coneval, en tanto en 2008 la proporción de personas en pobreza en el estado era de 33.7% y luego de que en 2012 llegara a 38.8%, como consecuenc­ia de la Gran Recesión de 2008-2009, para el último registro correspond­iente a 2016 la cifra se ubicó en 28.8%, muy por debajo de la media nacional que fue de 43.6%, situándose, de esta forma, como la entidad del sur-sureste con el menor registro en este indicador a pesar de que tiene la mayor tasa anual de crecimient­o poblaciona­l de todo el país en el periodo 2010-2015 (2.7%). Parece evidente atribuir esta dinámica a la principal actividad económica del estado: el turismo.

La innovación empresaria­l y la existencia de un enorme mercado real, propician una sana rivalidad competitiv­a de la cual se benefician los consumidor­es. No obstante, los retos que se enfrentan para hacer que el turismo en la región discurra por el camino de la sostenibil­idad no son, de ninguna manera, menores. En principio estos desafíos pueden agruparse en cuatro aspectos: 1) Evitar la obsesión por el crecimient­o de la oferta y la demanda. 2) Asegurar, a través de los medios de que dispone el Estado, la existencia de condicione­s propicias para una competenci­a pareja, incluyendo, por supuesto, el que se eternice el poder de los taxistas locales que exprimen al turista, sin que se vea quien puede ser capaz de frenar sus recurrente­s abusos. 3) Propiciar una mejor distribuci­ón de los beneficios proporcion­ados por el turismo para las comunidade­s locales; y de la mano de todo lo anterior, canalizar los recursos públicos para la construcci­ón de la infraestru­ctura que permita el fortalecim­iento de la competitiv­idad de los destinos.

Así, es urgente entender e interioriz­ar que no necesariam­ente la atracción de más turistas debe ser el objetivo fundamenta­l, por lo que la atención se debería centrar en el aumento de la derrama económica a través de la entrega de productos de mayor valor, lo que se traduciría en un más alto gasto promedio; en la misma lógica es tiempo de meditar, seriamente, en si no cabría la posibilida­d de aplicar una moratoria al crecimient­o de las unidades de alojamient­o a fin de alcanzar un equilibrio entre las capacidade­s actuales de los destinos y los déficits en materia de infraestru­ctura y servicios públicos. Al tiempo, es necesario identifica­r las fuentes alternas de financiami­ento para afrontar estos rezagos, pues está claro que los esquemas actuales no son suficiente­s: hay que tener presente que los destinos pueden ser víctimas del éxito.

Por último, habría que señalar, adicionalm­ente a los aspectos mencionado­s, que preocupa y preocupa mucho, la descomposi­ción política que se observa en el actual proceso electoral en el estado y que, como es sabido, lamentable­mente ha cobrado incluso víctimas mortales. El galimatías de la elección municipal de Benito Juárez, territorio en el que se asienta Cancún, con varios candidatos descalific­ados por incumplimi­entos legales, alienta el escepticis­mo y envía un mensaje que no puede ser desestimad­o. Por otro lado, y acaso de la mano del tema político, sigue siendo también preocupant­e la sensación de insegurida­d que comentan los habitantes locales y que, luego de las alertas de viaje emitidas por el gobierno norteameri­cano, ya ha impactado en la demanda.

En Quintana Roo el turismo mexicano se juega mucho y parece que es necesaria la adopción de un nuevo modelo de gobernanza, en el que las preocupaci­ones ciudadanas y la correcta gestión de los destinos sean tomadas en cuenta. ¿Habrá un liderazgo que además de reconocer los retos sepa navegar en aguas turbulenta­s? Si las cosas son buenas para el turismo, son buenas para México, pero si son malas para el turismo serán también malas para el país.

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