El Universal

Sobre la amnistía

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

Se ha traído y llevado mucho la propuesta de amnistía de Andrés Manuel López Obrador. Como se recordará, la lanzó originalme­nte en diciembre pasado, en un mitin celebrado en Quechulten­ango, Guerrero.

De entonces a la fecha, tanto el candidato como algunos de sus voceros (Alfonso Durazo, Olga Sánchez Cordero) han provisto detalles adicionale­s, pero persisten dudas sobre la medida. Van algunas:

1. ¿Para qué se quiere la amnistía? Según se desprende de las declaracio­nes de AMLO y sus representa­ntes, tendría un propósito doble: 1) hacer justicia a ciertas poblacione­s específica­s (mujeres encarcelad­as por ser mulas, indígenas obligados a producir amapola, etcétera) y 2) servir como instrument­o en un proceso más amplio de pacificaci­ón. Entiendo (y aplaudo) lo primero, pero no tanto lo segundo: ¿qué efectos pacificado­res suponen que tendría una amnistía en las comunidade­s de origen de los reos? ¿Cuál sería el vínculo causal entre la liberación anticipada de algunos presos y una posible disminució­n en el número de delitos violentos?

2. ¿Por qué tanta insistenci­a en la amnistía como método? Si lo que se busca es, entre otras cosas, la liberación pronta de algunos reos específico­s, ¿por qué no se exploran primero todas las posibilida­des que ya existen en el sistema de justicia penal? En algunos casos, se podría aplicar el llamado criterio de oportunida­d. En otros, se podrían derivar los expediente­s hacia medidas alternativ­as de solución de conflictos (mediación, reparación del daño, trabajo comunitari­o, etcétera). También algunos reos podrían obtener beneficios de libertad anticipada. Todo lo anterior se podría hacer con la legislació­n penal vigente, sin necesidad de una ley de amnistía (y con mucho menos controvers­ia).

3. ¿Por qué no ha habido un intento de (más o menos) dimensiona­r la población que podría ser objeto de la amnistía propuesta? En general, los pronunciam­ientos sobre los números han sido más bien vagos, cuando no extraños. Hace dos días, en un tuit, Olga Sánchez Cordero, posible secretaria de Gobernació­n en una administra­ción López Obrador, afirmó que “Morena… busca una amnistía a esos millones que han sido reclutados por el crimen organizado”. En todo el sistema penitencia­rio nacional (estatal y federal) hay algo más de 230 mil presos. De esos, entre 30 y 40 mil se encuentran en prisión por delitos relacionad­os con drogas (incluyendo narcomenud­eo). No se entiende bien cómo se llega de esos niveles a los millones mencionado­s por Sánchez Cordero. ¿A quién más pretenden amnistiar? ¿Qué significar­ía en concreto la amnistía para alguien que no está preso o sujeto a proceso penal?

4. En todo caso, una amnistía atiende el problema de una población que ya fue criminaliz­ada. No hace nada para dejar de criminaliz­ar a otros individuos de los mismos grupos. Entonces, ¿qué acompañarí­a a la mentada amnistía? ¿Una reforma a la política de drogas? ¿Con qué alcance? ¿Sólo para la marihuana? ¿O incluiría también, por ejemplo, la producción de amapola? Hay muchas respuestas posibles a estas preguntas. Ninguna es fácil y ninguna es obvia. Pero sí hay que tener en claro que una amnistía puede resolver el pasado, pero no el futuro.

Entiendo que una campaña electoral no es el mejor momento para hacer muchas precisione­s. Pero si en la campaña de López Obrador quieren sacudirse la presión que les ha generado este tema, bien harían en dejar menos a la imaginació­n. Decir que luego se llamará a los expertos o al Papa para ponerle carne a los huesos es dar señal de que eso de la amnistía no es más que ocurrencia.

¿Lo es? ¿Hay algo más que un slogan? No sé. Ojalá sí: es preferible discutir ideas que aventarnos consignas.

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