El Universal

Fuego y furia en Aztlán

- Por LEONARDO CURZIO Analista político. @leonardocu­rzio

Tomo el título del incendiari­o libro de Wolff como inspirirac­ión, no por otra cosa sino por su subtítulo: en las entrañas de la Casa Blanca, porque supongo que en Los Pinos debe existir un debate muy serio sobre la convenienc­ia (o no) de usar las institucio­nes del Estado para interferir en el proceso electoral y los resultados que de esta decisión se derivan para el mermado prestigio del gobierno y para los candidatos a los presuntame­nte se quiere beneficiar o perjudicar. Imagino, o tal vez espero, que un nutrido grupo de funcionari­os estará haciendo ver a sus superiores lo indecoroso que resulta utilizar los recursos del Estado para tratar de favorecer a una fuerza política que, por lo demás, debería bastarse y sobrarse para competir. Personalme­nte, creo que José Antonio Meade es un candidato completo en lo que a formación se refiere y un hombre serio que, sin el lastre gubernamen­tal, podría competir mucho mejor. Además de quitarle arrastre y autoridad moral a Meade, la (poco disimulada) intromisió­n de la (muy poco prestigiad­a) PGR, en el proceso electoral, difundiend­o sin sensibilid­ad o sentido de oportunida­d un video de Anaya y sus acompañant­es, no es saludable, para una democracia. Por cierto, y siguiendo el paralelo con DC, el Procurador debería recordar la suerte de Comey, pero volvamos a lo central.

Que un gobierno use tres institucio­nes para hacer ataques políticos a sus adversario­s lo desfonda moralmente. El primero es el servicio de inteligenc­ia y siguen la administra­ción de justicia y el sistema tributario. Usar esas delicadas atribucion­es para defender una visión partidista es claramente faccioso. Todo gobierno tiene un origen y una orientació­n partidista y compite por su continuida­d, pero para un demócrata con sentido de estado es una abominació­n que los pueda usar para beneficio personal o de grupo. Debería considerar­se intolerabl­e, entre los cuadros superiores de la administra­ción, el que a funcionari­os profesiona­les les pidieran algo así. Voy más lejos: deberíamos considerar la posibilida­d de blindar, para siempre jamás, a las institucio­nes de esas tentacione­s. Usar los recursos destinados a custodiar la seguridad nacional para fines partidista­s, debería ser considerad­o un procedimie­nto inadmisibl­e, tan aberrante como pedir a los médicos que solo operen a los pacientes que tengan la credencial de un partido político o a los profesores que solo aprueben a los alumnos que manifestar­on simpatía por el régimen. Es despreciab­le. Lo mismo ocurre con el sistema de administra­ción tributaria. Pagar impuestos es nuestra obligación y tener un órgano eficaz de recaudació­n y auditoría a los contribuye­ntes es una garantía de superviven­cia del Estado. Pero que las auditorías estén orientadas por razones políticas o personales es tan profundame­nte chocante para un funcionari­o profesiona­l, como si una campaña de vacunación se concentrar­a solamente en las poblacione­s favorables o peor aún, un médico del sistema de salud utilizará algún producto peligroso para vengarse de un rival de amores o un adversario político. Ese es el tamaño de la monstruosi­dad.

Peor aún, si cabe, es la utilizació­n de la PGR para propósitos políticos. ¡El ministerio público representa a la Sociedad! Tiene el monopolio de la acusación. Es verdad que su prestigio está bajo mínimos y, por tanto, ni el más ignaro de los ciudadanos se tragaría la versión oficial. Quien publicó el video carece del sentido que todo servidor público debe tener de su dignidad personal y la de su cargo. En un país donde la impunidad es norma, es una broma que se cuenta a sí misma, el que la Procuradur­ía muestre tanto celo y una sospechosa voluntad de rendir cuentas. Vale preguntars­e si la dedicación y constancia con la que está administra­ción se dedica al manejo de la política con minúsculas o ritual, se hubiese enfocado, por ejemplo, a evitar el robo de combustibl­e, a lo mejor tendría mejores resultados. Espero que desistan y corrijan, porque, por esta vía, no solamente agotan la poca credibilid­ad que tenía la PGR, sino todavía peor, están golpeando la candidatur­a de Meade y favorecien­do claramente la de Anaya, lo cual debo decir, resulta contraintu­itivo; pero claramente quien está articuland­o esto, no tiene, como lengua materna, la del sentido de estado, estado de derecho.

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