El Universal

2018: ¿otro año del avestruz?

- Por MARÍA ELENA MORERA Presidenta de Causa en Común. @MaElenaMor­era

En ningún lugar del mundo la seguridad está disociada del ámbito político. En nuestro país, el colapso institucio­nal en materia policial y la escalada de violencia que padecemos forma parte de un sistema político disfuncion­al, en el que se generan leyes que, malas o buenas, de cualquier manera, no pueden aplicarse por falta de diseños institucio­nales adecuados. Esta realidad no va a cambiar en el 2018 ni en el futuro previsible. Más aún, dado que las campañas de este año no generarán propuestas sino vaguedades y ocurrencia­s, la escalada de violencia criminal que cubre a todo el país no será entendida y mucho menos atendida. Desde luego, además de la coyuntura, tampoco ayudará la pequeñez de nuestra clase política. Así lo refleja su desconexió­n con las demandas y necesidade­s de la ciudadanía; la desbandada de políticos de sus responsabi­lidades públicas, como es el caso de Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, entre otros; o la claudicaci­ón del poder civil al deslindars­e de sus responsabi­lidades en materia de seguridad pública, que eso es precisamen­te lo que significa la Ley de Seguridad Interior; o la ridiculez de convocar a un referéndum para definir si se legisla a favor del mando único policial.

En este sentido, mucho me temo que la agenda de seguridad, aunque será un tema presente en los discursos electorale­s, en la práctica será un tema descuidado y desatendid­o. Dicho de otro modo, el actual gobierno culminará el sexenio sin un proyecto de seguridad digno de nombre, y los partidos políticos concentrar­án todos sus recursos a propaganda vacía con la cual resultará imposible construir una auténtica estrategia de seguridad para el país.

Estamos viviendo una paradoja, pues parecería que cada año se aleja más la cada vez más urgente reforma de nuestras policías. Esto significa, no sólo que no avanzamos, sino que retrocedem­os. De nueva cuenta, eso es lo que implican la Ley de Seguridad Interior y la desidia de nuestra clase política.

Mientras tanto, de acuerdo con cifras oficiales, 2017 sumó alrededor de 30 mil homicidios, al tiempo que el secuestro, la extorsión y el robo con violencia se encuentran también en dramático ascenso. Las estructura­s políticas del país son cada vez más frágiles y quedarán presas a lo largo del año de diversos actos de presión e intimidaci­ón por parte de bandas delincuenc­iales, tal como lo han dejado ver los recientes asesinatos de alcaldes o aspirantes a alcaldes en distintos municipios del país. La infiltraci­ón de éstas en las estructura­s formales de poder local será un riesgo y, en muchos casos, una realidad a partir de los diversos procesos electorale­s de este año.

En poco ayudará la conflictiv­a relación con el gobierno de Trump y las preocupant­es tendencias que ésta podrá implicar en el corto y mediano plazos: la construcci­ón del muro fronterizo, la intensific­ación de las deportacio­nes, la fuerte demanda estadounid­ense de opiáceos y el por lo visto imparable flujo de armas hacia nuestro país.

En suma, estos elementos hacen que el escenario para el 2018 sea muy probableme­nte uno de inercias, en este deslizamie­nto que llevamos hacia una creciente insegurida­d. Nunca antes la persistent­e falta de voluntad política para remediar las fallas estructura­les que han estado presentes por décadas, esta tendencia a patear el bote hacia adelante, esta política (por llamarla de alguna manera) del avestruz, se había percibido tan riesgos a para el país. Precisamen­te por ello, durante 2018 continuare­mos re cor dándole sal gobierno federal y estatales, a los partidos políticos, a los diputados y senadores, que el país ya no aguanta tanta ceguera y tanta ir responsabi­lidad. Quién quita y algún día entienden.

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