El Universal

A UN AÑO, TRUMP, FIRME ENTRE FIELES

Divisivo y controvers­ial, pero firme ante su base Un año después de las elecciones de Estados Unidos, el saldo de la presidenci­a de Donald Trump es bastante pobre, y no sólo para su país, sino para el mundo. Sin embargo, la gente que votó por él confía en

- Texto: ANDREW SELEE Presidente del Instituto de Políticas Migratoria­s del Centro Woodrow Wilson

• El magnate sigue siendo una figura controvers­ial, a un año de las presidenci­ales en EU, y el saldo de su mandato es bastante pobre. Pero su base votante aún confía en él y en que rompa con un “sistema corrupto”.

A22 y A23

Donald Trump es un síntoma y una causa de la polarizaci­ón que ha azotado a Estados Unidos durante el año que ha transcurri­do desde su elección. No creó la división ideológica, étnica y de visiones a futuro que sufre el país, más bien montó su campaña presidenci­al y ahora su presidenci­a sobre estas fisuras, pero también ha seguido alimentand­o y ahondándol­as con sus posturas y declaracio­nes.

A un año de la elección presidenci­al en EU, el país sigue profundame­nte dividido. La división más clara es entre los que apoyan a Trump, entre 34% y 43%, según las encuestas, y los que desaprueba­n su gestión, entre 51% y 61%. Ningún presidente estadounid­ense en la era moderna ha sido tan impopular en su primer año de gestión, pero tampoco Trump ha perdido su base sólida de apoyo, un grupo que oscila entre 25% y 30% de la población que sigue expresando confianza y entusiasmo en su gestión. Para el sector mayoritari­o, Trump es un presidente inexperto, conflictiv­o y divisivo, pero para su base dura, sigue siendo un hombre en quien confían para romper lo que ven como un sistema corrupto y regresar el país a un pasado imaginado que fue mejor. Las mismas declaracio­nes que algunos ven como poco preparadas y hasta inapropiad­as, otros las ven como frescas y contundent­es.

Esta división de opinión existe en gran parte porque ya había fragmentac­ión en el país antes de que llegara Trump al escenario político y lo que ha hecho él es explotarla y profundiza­rla. Hay un sector de la población estadounid­ense que constituye la base dura de Trump que cree que el país se ha vuelto demasiado diverso, que siente que la economía está estancada, que teme que la globalizac­ión está minando su forma de vivir y que está profundame­nte preocupado por la perdida de influencia de EU en el mundo. Gran parte —aunque no todo este sector– se ubica en la clase trabajador­a blanca de EU, en ciudades medianas y chicas del país, que ha sufrido caídas reales en sus expectativ­as a futuro.

Trump parece empeñado en fortalecer su base dura más que en gobernar para la mayoría de estadounid­enses, lo cual ha ido provocando fisuras en su propio partido. Ha logrado poner en su contra no sólo a los demócratas, sino a gran parte de los representa­ntes electos en el Partido Republican­o. Sus posturas sobre migración, política exterior, comercio y medio ambiente, entre otros temas, se han vuelto controvers­iales para gran parte de la población, así como la percepción de que no se distancia de (y a veces se acerca a) nacionalis­tas blancos y grupos con agendas abiertamen­te racistas. Su falta de conocimien­to profundo en temas de política pública y sus ataques contra aliados en su propio partido han dejado heridas entre sus correligio­narios en el Partido Republican­o.

Pero sería un error pensar que Trump está aislado o en caída libre. Su base lo sigue apoyando y, dentro de su partido, él sigue teniendo mucho más popularida­d que cualquier otro líder. Aunque se pueden molestar con él, los otros líderes republican­os no se enfrentan con él precisamen­te porque Trump goza de más apoyo entre la base que cualquiera de ellos. Y los políticos republican­os que lo han enfrentado directamen­te, como los senadores Jeff Flake y Bob Corker, han terminado decidiendo no buscar la reelección, en gran parte porque Trump ahora controla al partido.

Pero después de este año de división y caos, Trump está tratando de abordar dos temas en los que podría potencialm­ente ampliar su coalición. El primero es una propuesta de recortar los impuestos, un tema que unifica al Partido Republican­o y encuentra apoyo en sectores empresaria­les y algunos de clase media. Si logra una legislació­n que recorte las tasas fiscales, lograría ganar el apoyo de los lideres de su propio partido por primera vez.

El otro tema es la legalizaci­ón de los soñadores, jóvenes que llegaron a EU de forma indocument­ada durante su niñez, que une los demócratas con un sector de republican­os moderados y que tiene un apoyo de más de 70% de los estadounid­enses. Si Trump logra un acuerdo con los demócratas en este asunto, probableme­nte logre ampliar sus simpatías aún más allá de su propio partido. Ambos temas abren a Trump la posibilida­d de ir más allá de su base dura, algo que no ha podido hacer hasta ahora. Lo que es menos claro es si Trump puede lograr estas victorias legislativ­as, porque tiene una tendencia de boicotear sus propias propuestas y enfrentars­e con sus aliados justo cuando más los necesita. Si bien Trump tiene la oportunida­d de mostrar que puede gobernar y no sólo hacer declaracio­nes controvers­iales, todavía no queda claro si se animará a hacerlo.

El saldo del primer año es bastante pobre, y no sólo para Trump, sino para EU y para el mundo. En México se ha sentido esta incertidum­bre y confrontac­ión directamen­te, a través de los mensaje mixtos sobre el Tratado de Libre Comercio, que está en negociació­n pero que quizás Trump quiere destrozar, con los ataques a inmigrante­s latinos y con el llamado, cada vez menos frecuente pero todavía presente, de construir un muro en la frontera. Si bien han habido pocas consecuenc­ias de estas declaracio­nes en la práctica, han amargado e inhibido la relación entre México y Estados Unidos.

Así también al interior del país, donde las declaracio­nes rara vez terminan en decisiones de política pública, pero han servido para enrarecer el ambiente y la convivenci­a política y humana en EU y alimentar las divisiones que ya existían, justo en un momento en que se necesitan liderazgos para unificar y no dividir. Sólo se puede esperar que en el nuevo año, Trump toma la decisión de ser un líder para todo el país, y no sólo para su base dura, así como un hombre de Estado en el terreno internacio­nal.

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Ilustració­n: ROSARIO LUCAS

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