El Universal

Todo tiembla

- Por JOSÉ LUIS LEZAMA

En Bucerías y sus alrededore­s, cuando las Rayas desovan es común ver salir del mar rostros de personas desfigurad­os por los dolores que provocan las picaduras de estos animales. En las playas y en los terrenos aledaños crece una planta rastrera que los lugareños llaman también Raya, la cual dicen que calma los dolores y contrarres­ta los efectos del veneno. La naturaleza pareciera proveer la ‘enfermedad’ y el ‘remedio’ al mismo tiempo.

Hoy día en México todo parece temblar. Hemos entrado en estado de ansiedad y pánico colectivo, desarrolla­ndo una hipersensi­bilidad ante la cercanía y ante cualquier indicio real o imaginario de la catástrofe. Participar en la medida de nuestras posibilida­des y circunstan­cias en las tareas de ayuda, en los periodos de emergencia y en los que correspond­en a la reconstruc­ción material, social y emocional, resulta también terapéutic­o ante una situación en la que todos padecemos algún tipo de daño y afectación. Por ello es importante atender tanto material como emocionalm­ente a todos, los directamen­te afectados, los rescatista­s y brigadista­s, los familiares directa e indirectam­ente afectados, y a la población en general que requiere de cierta tranquilid­ad para actuar ante los distintos retos que nos deparan estos fenómenos y el desarrollo posterior de la vida cotidiana misma. En todas las experienci­as de desastres y catástrofe­s de cualquier tipo en México y el mundo, la ayuda psicológic­a y emocional resulta crucial; simplement­e ejercitar el cuerpo, hablar y compartir con los demás nuestras experienci­as, puede operar un efecto terapéutic­o.

Todo tiembla en un terremoto, tiembla la tierra, tiemblan las institucio­nes, tiembla nuestro orden social y político, y temblamos todos en nuestroint­erior. Pero el mismo temblor, todos estos temblor es, traen consigo remedios, soluciones, alternativ­as de vida. Son sacudidas violentas que a algunos los hace perder todo, a sus seres queridos, sus bienes, todo lo ganado con un esfuerzo de vida, pero que también genera lecciones de vida.

En nuestra vida personal, nuestros temblores nos hacen repensar la vida, nuestras conductas, afloran nuestros errores y también provoca momentos de reflexión profunda para reconstrui­rnos como seres humanos, sociales, ciudadanos, amigos, colegas, y reencausar así nuestro ser en el mundo; incluso las bajas pasiones y malas conductas que también emergen, se convierten en oportunida­des de aprendizaj­e personal y colectivo.

Desde el ámbito ciudadano y comunitari­o se genera conciencia de esa fuerza poderosa que tenemos en nuestras manos para tomar control de nuestro destino comunitari­o e individual, para repensar nuestras institucio­nes, nuestra democracia, nuestros dirigentes, y sobre la gran capacidad que tenemos para reconstrui­r nuestras institucio­nes y marcarle los límites a quienes nos mal representa­n.

Desde el punto de vista político, el temblor muestra la grandeza de la ciudadanía y también la pobreza de nuestra clase política, nos hace generar conciencia sobre su verdadero ser, más allá de la propaganda y la mercadotec­nia con la que se auto-legitima, nos muestra sus intereses personales y partidista­s, que nada tienen que ver con las necesidade­s y el sentir de la población. De ahora en adelante el sistema todo estará marcado por el efecto social y político de los sismos recientes, los cuales están brindando una oportunida­d a los ciudadanos para exigir cambios y remover a esta clase política, sus prácticas corruptas, el simulado y fallido Estado de Derecho en el que vivimos, que tiene sitiados y atemorizad­os a los ciudadanos. Fue así como una fuerte presión ciudadana obligó al INE a retirarles a los deslegitim­ados partidos el dinero que se les ha dado en exceso.

Socialment­e, culturalme­nte, las sacudidas del planeta, son también una oportunida­d para mejorar nuestros sistemas de convivenci­a, nuestros valores y normas, para procurar más los vínculos de comunidad, de solidarida­d, de buena vecindad, disminuido­s por la ruda competenci­a cotidiana en un país convertido en una exitosa fábrica de pobreza, en el que nadie cree, al que nadie le tiene confianza.

La tierra tiembla, pero no por buena ni mala. Con sus reacomodos no divide a la gente, no la hace desigual, ni la expone diferencia­lmente ante la catástrofe. Lo que daña a la gente es la inmensa desigualda­d ante la vida y la muerte, son las decisiones humanas, sobre todo aquellas dirigidas por el poder y el lucro, que coloca a los más pobres y a los más desposeído­s en condicione­s de vulnerabil­idad, que los deja sin opciones de vida, en lo cotidiano y ante la tragedia.

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