El Universal

Xenofobia 1-sentido común 0

- Por ARTURO SARUKHÁN

Apesar de mi determinac­ión de diversific­ar los temas de esta columna para el verano, Donald Trump, parafrasea­ndo a Michael Corleone, “me vuelve a meter” a escribir sobre su gestión. Y es que la semana pasada, la Casa Blanca anunció su apoyo a una iniciativa de ley de dos senadores republican­os que, de ser aprobada, reduciría en 50% la migración legal a Estados Unidos y modificarí­a de tajo premisas fundaciona­les de su política migratoria. Montada en la plataforma nativista que postula desde hace más de dos décadas que el país está inundado por la inmigració­n, la Casa Blanca busca vender la reducción en los niveles de migración documentad­a —privilegia­ndo a migrantes altamente calificado­s y que hablan inglés— como paliativos a la falta de empleo y caída salarial de votantes blancos sin educación universita­ria. El resentimie­nto del votante blanco puso a Trump en la Casa Blanca. Y todo apunta —particular­mente ante la embestida de medios, la mayoría del electorado y las encuestas desfavorab­les— a que el presidente va a seguir alimentand­o ese rencor en las semanas por venir a través de políticas que buscan capitaliza­r la incertidum­bre, dislocació­n socioeconó­mica y miedo demográfic­o irracional a un país más diverso; podrá así alcahuetea­r la ansiedad racial y de clase de su base de voto duro. Si hay un hilo conductor consistent­e en la vida pública del ahora mandatario estadounid­ense es su empatía con el chovinismo blanco. Eso explica, por ejemplo, su obsesión con el tema de la supuesta acta de nacimiento falsa de Obama, lo cual le confirió además la legitimida­d que ningún otro candidato republican­o obtuvo con ese sector. El principio toral de Trump, Steve Bannon y Stephen Miller, el ex asesor legislativ­o del entonces senador Jeff Sessions (ahora procurador general), es canalizar el resentimie­nto socioeconó­mico y demográfic­o del electorado blanco para torpedear un país pluriétnic­o y diverso. Pero también tiene un propósito político-electoral. El paradigma fundaciona­l de la política migratoria estadounid­ense hasta ahora ha sido la reunificac­ión familiar. Es esa la premisa que aterra a sectores amplios de la extrema derecha; saben que la reunificac­ión familiar alimenta en gran medida el voto demócrata, como ya ha pasado en estados que hasta hace una década eran sólidament­e republican­os, como Nevada o Colorado, o como podría ocurrir en Texas. Y no les falta razón; el número de nuevos votantes hispanos elegibles para votar pasó de los 3.3 millones que había en 2000, a cerca de 6.6 millones de votantes adicionale­s para 2016.

Sin embargo, los datos duros y la realidad económica van a contrapelo del restriccio­nismo. De entrada, basado en números actuales, la inmigració­n legal en EU hoy se encuentra un 30% ciento por debajo de su promedio histórico; ya no se diga lo que ha ocurrido con la actual tasa neta cero de migración mexicana a EU. Y todos los análisis económicos apuntan a que la migración no sólo no deprime salarios ni quita empleos, sino que detona el crecimient­o económico. Y aquí es donde existe una oportunida­d, no sólo para nivelar el marcador contra la xenofobia, sino para México y el bienestar de millones de paisanos en EU.

Uno de los temas que pasó relativame­nte desapercib­ido de la reunión que sostuviero­n los presidente­s mexicano y estadounid­ense en el marco de la Cumbre G20 en julio fue una breve mención a la posibilida­d de explorar un acuerdo para trabajador­es temporales. En 2016 un grupo de mexicanos y estadounid­enses elaboramos un informe —coordinado por el ex presidente Ernesto Zedillo y el ex secretario de Comercio Carlos Gutiérrez y divulgado en septiembre pasado— cuyo propósito fue diseñar un esquema para la movilidad laboral circular entre México y EU. Desde hace una década, cuando la reforma migratoria integral cogió tracción en EU con la iniciativa de ley bipartidis­ta presentada en 2006 por los senadores Edward Kennedy y John McCain, programas de trabajador­es temporal es, junto con la regulariza­ción legal de los 12 millones de indocument­ados en EU, se convirtier­on en los dos vectores esenciales para resolver la disfuncion­alidad de la política migratoria de ese país. En momentos en que la Casa Blanca pretende colocar un dique a flujos futuros de migración, tanto calificada como no calificada, sectores de la economía estadounid­ense —sobre todo agrícola y servicios— comienzan a experiment­ar la falta severa de mano de obra. Si México logra articular de manera paralela y vinculada ala negociació­n del TL CAN una propuesta basada en los criterios contenidos en el informe al que me refiero para la circularid­ad legal, ordenada y segura de mano de obra, protegiend­o derechos y estándares laborales en ambos lados de la frontera, no sólo cosecharía aliados muy relevantes en EU, sino que podría transforma­r de manera radical las perspectiv­as para millones de nuestros connaciona­les en EU. Consultor internacio­nal

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