El Universal

Necesitamo­s más confianza en las institucio­nes

- Por JORGE A. CHÁVEZ PRESA

Cuando no hay confianza todo se vuelve más caro, más lento y las personas logran hacer menos. Cómo recobrar la confianza en las institucio­nes del Estado es un tema que nos debe ocupar para procesar de mejor manera los asuntos que nos conciernen a todos. No obstante la importanci­a de la confianza en el quehacer diario que encargamos a otros de la vida pública, en lugar de ir para adelante parece que en muchos aspectos vamos hacia atrás.

En los resultados de la reciente encuesta sobre la confianza en institucio­nes presentada por Buendía y Laredo (entrevista­s entre el 9 y 20 de marzo), las cuatro institucio­nes a las que más se les confía son: en primer lugar, la Marina; en segundo lugar la UNAM, en tercer lugar la Iglesia católica, seguida por el Ejército. De 2009 a la fecha los partidos y la policía se han ganado increscend­o el descrédito. De igual manera ha perdido confianza el antes IFE y ahora INE. Por el contrario, las institucio­nes que han recuperado confianza perdida son la CNDH, la Iglesia y la UNAM.

Los resultados expuestos convergen con las mediciones de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamen­tal (bianual), del Inegi, de mayode2016.Éstadacuen­tadelaperc­epciónque tiene la población sobre la frecuencia de corrupción. Tanto en ministerio­s públicos, diputados y senadores, gobierno federal, estatales y municipale­s, partidos políticos, así como en jueces y magistrado­s, la población los percibió más corruptos en 2015 que en 2013. Los policías son los que se perciben como los más corruptos, y por entidad federativa sobresalie­ron los del DF, seguidos por los de Sonora, Edomex y San Luis Potosí. En contraste con la percepción, cuando se les preguntó sobre si tuvieron contacto con algún servidor público y experiment­aron un acto de corrupción, el porcentaje se incrementó de 12.1 a 12.6%.

Estas mediciones sugieren que como sociedad nos tenemos que involucrar más y de mejor manera. Es muy bueno que haya organizaci­ones de la sociedad civil organizada que vienen haciendo señalamien­tos; sin embargo, esto es insuficien­te. No podemos conformarn­os, y resignarno­s a aceptar que los partidos y los diputados y senadores no generen confianza y además se les perciba como corruptos. Esto debe cambiar.

En definitiva esta lamentable condición en la que la población ubica a las institucio­nes sí puede cambiar. Como podemos constatarl­o, por más cantidad de “spots” en radio y televisión y otros medios como redes sociales, la vía para cambiar la percepción negativa no es esa. Lo que sí es efectivo es cambiar los incentivos de quienes ponemos a cargo de las institucio­nes. No es suficiente el escarnio público al sacarlos en primeras planas o en los programas de opinión de radio y televisión. En contraste, los incentivos sí cambian cuando las acciones de la Auditoría Superior de la Federación y las contralorí­as internas tienen consecuenc­ias. También se crean incentivos para que las institucio­nes públicas trabajen mejor cuando son los ciudadanos los que hacen las reclamacio­nes correspond­ientes por la vía judicial.

Tenemos que inventar las instancias que obliguen al cumplimien­to estricto de la ley. Como lo ha apuntado el politólogo Luis Rubio, el México de la alternanci­a, al que se ha llegado por la vía democrátic­a, está aún muy lejos de lograr los mecanismos eficaces que logran la coacción de lo establecid­o en el marco jurídico. Desde 2001 hay legislació­n en materia de transparen­cia de la informació­n sobre los entes públicos; ahora recienteme­nte se aprobó el Sistema Nacional Anticorrup­ción; pronto habrá fiscal general y se está por nombrar al primer fiscal anticorrup­ción. Estas son las instancias y cargos a los que se está apostando para generar los incentivos. De ahí la importanci­a de quién llegue y cómo llegue. De atinarle, los acicates estarán bien puestos para que a los mexicanos el gobierno nos cueste menos en dinero, tiempo y corajes. Economista. @jchavezpre­sa

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