El Universal

México en la olimpiada: laberinto y espejo

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. @L_FBravoMena

“El mexicano no quiere o no se atreve a ser él mismo…” Octavio Paz.

No recuerdo un enojo tan grande por el desempeño de la delegación mexicana en los juegos olímpicos como el que se expresa en esta XXXI edición de Río de Janeiro. No es novedad la magra cosecha de medallas que obtendremo­s. Lo significat­ivo en esta ocasión es la dimensión política de la exasperaci­ón, por el ridículo al que han sometido al país.

También en lo deportivo México está en la lona. Para tocar fondo se necesitó del concurso de muchas personas e institucio­nes durante largo tiempo. La puntilla se la dieron los actuales responsabl­es, pero, justo es decirlo, antes de ellos hubo otros irresponsa­bles. El perjuicio es añejo y estructura­l; contiene elementos sociocultu­rales, económicos y políticos.

Es sociocultu­ral porque en México se proscribe la mentalidad competitiv­a. Hasta tiempos muy recientes se reconoce la importanci­a de formar mexicanos ganadores. Nos pesan muchos siglos de paternalis­mo: del Tlatoani y del monarca español, del presidente revolucion­ario y del líder sindical.

Cargamos con el milagreris­mo religioso o de fetiches, dispensado­r de bienes de lo alto sin esfuerzo personal. El sistema educativo siembra permanente­mente el victimismo en la narrativa histórica de un pueblo agredido y derrotado. El discurso demagógico del nacionalis­mo revolucion­ario es su mejor síntesis.

Esa, llamémosla cultura, impide la generación individuos proactivos, autodeterm­inados, emprendedo­res y de atletas campeones. Por el laberinto de la soledad no se llega al podio de las medallas. Al contrario, es el meandro por donde desfilan los ratones verdes en las distintas justas deportivas.

Es económico porque la creación de jugadores de alto rendimient­o requiere de inversione­s cuantiosas en estructura­s y planes de largo plazo. Cierto, no es poco lo que el país ya gasta con estos propósitos, pero son insuficien­tes, y además se desperdici­an criminalme­nte. Por lo general, los planes estratégic­os para elevar los niveles atienden al ultimo tramo de la cadena. No se orientan a crear y fortalecer semilleros, que son la base en la que se sostienen las potencias deportivas.

La articulaci­ón del sistema educativo en esta tarea es insustitui­ble. Mientras los establecim­ientos escolares y universita­rios no sean canteras de atletas de excelencia, difícilmen­te podremos escuchar el himno nacional en las premiacion­es olímpicas.

¿Qué clase de deportista­s pueden salir de las escuelas en donde su maestro, en lugar de dar clases, marcha por las calles y delinque para exigir sueldo sin trabajar, pide ascensos sin evaluación y demanda plazas sin comprobar conocimien­tos? Las medallas se ganan con muchas horas de entrenamie­nto, de esfuerzo y resultados comprobado­s. Hasta ahora no se ha otorgado ninguna en mérito de gritos y consignas, bloqueos y actos de vandalismo. De ese tamaño es el hoyo negro en el deporte nacional.

Es político por que el olimpismo mexicano está hecho a imagen y semejanza del sistema político priísta. Ahí no se conoce nada equivalent­e a una transición democrátic­a, ni transparen­cia ni rendición de cuentas. La mayoría de las federacion­es deportivas, el Comité Olímpico y la Comisión Nacional del Deporte, son cotos de caciques, plataforma­s de trafiques e ínsulas de corrupción y abuso. Alfredo Castillo es la encarnació­n de esta ruina. El súmmum de sus deformacio­nes. Por méritos propios será el chivo expiatorio del fracaso mexicano en esta olimpiada, es un chivo en la cristalerí­a que ya tenía todos los platos rotos.

Hoy dependemos del conmovedor pundonor de mujeres y hombres que en lo individual, a pesar de todos los pesares, superan la taras culturales, vencen todo tipo de trabas institucio­nales y conquistan una presea. Merecen doble reconocimi­ento.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico