El Sol del Centro

Poetas de la primera mitad del siglo XX

- Martha Lilia Sandoval marlisa200­0mx@gmail.com

En estas últimas fechas nos hemos venido enterando de otras mujeres que han cultivado la literatura en estos ambientes. Al registro que ya llevamos hecho y que compartimo­s de nuevo, donde se incluyen las voces de poetas tan conocidas como Dolores Castro y otras escritoras apenas mencionada­s como Olivia Fernández de Córdoba, Carolina Castro Padilla, María de la Luz Carrillo, Micaela Serna López, Teresa Alonso y Azul de Landeros, agregamos ahora los nombres de María del Refugio Macias Contreras, Eulalia Chávez y María Guadalupe de la Mora. De María del Refugio Macías Contreras supimos por la semblanza escrita por Edith Citlalli Rodríguez González, que apareció publicada en el libro Mucho más que un beso, en marzo de este año. Edith Citlalli, nieta de Cuquita Macías, en entrevista que tuvimos con ella nos confirmó, que “la poeta de tierras agrestes” como ella llama a su abuela, nació en 1918 y falleció en el 2003, en Tepezalá, Aguascalie­ntes. Desde muy niña se interesó por la lectura y la escritura, asistió a la ACJM, donde fue asidua lectora, tomó clases de canto y de Biblia. Recibió un apoyo para estudiar en Aguascalie­ntes, en el Liceo de Señoritas. Esperanza Salas Luján, hija de Carlos Salas Calvillo y rectora de las madres del colegio, le dio una beca y un alojamient­o en su casa, pero ésta cerró en la época de la Cristiada. Cuquita regresó a Tepezalá, donde se desempeñó como la primera oficial del registro civil y secretaria de su esposo. Escribió poesía desde joven, participó en los juegos florales y recibió una flor natural. Nos dice Edith Citlali que su antecesora escribió un poema titulado “Ocaso”, que después se musicalizó y otro poema titulado “Reproche”. Cuquita gozó cuando se le empezaron a reconocer algunos de los logros que había alcanzado. Ya mayor, atendía una tienda, una botica, y también inyectaba. Se le respetaba mucho, encabezaba el viacrucis y otras actividade­s en el pueblo. Era muy crítica y escribió también algunos cuentos como el titulado “El hombre al que se le apareció el diablo”. Se sintió obligada a jubilarse por una afección en su rodilla. Recuerda su nieta que su abuela declamaba y cantaba ópera, pero, de manera significat­iva, rememora que su abuela no consiguió lo que le hubiera gustado ser. Poemas como el que nos compartió su nieta Aída Rangel, reflejan su frustració­n:

¿Porque lloro yo?

Cautivo en su jaula/cantó un ruiseñor/ y envuelto en sus notas/ su pena externó/ si alegres las aves/cantan su dolor/ ¿por qué yo no canto? / ¿por qué lloro yo? //repite avecilla/tu alegre canción/ y juntos a dúo/ cantemos las dos/ tú las penas mías/ y las tuyas yo //si cantan las aves /tan dulce canción / al ver desde el nido/ la puesta de sol

si todos a coro/ bendicen a Dios/ por qué yo tan solo/ ¿por qué lloro yo? /

El poema está fechado en Aguascalie­ntes, el 20 de mayo de 1937 y dedicado a

Cecy, “como un recuerdo de cuando yo era una jovencita y estaba llena de ensueños e ilusiones por estudiar”. tu abuela

II.- Hace unos días, la poeta Rosy Sánchez nos puso en contacto con un poemario de una escritora de la que teníamos algunas referencia­s, pero ninguna de sus obras. El poemario en cuestión lo adquirió en una librería de viejo de la localidad y se titula

El lamento interior de María Eulalia Chávez de Navarro, de donde selecciono este soneto para compartir con ustedes.

“Los pinabetes de Honduras” Pinabetes de Honduras, que miran hacia el llano/prestigio son y gala, de las altas montañas/engalanan el monte, circundan las cabañas/como un encantamie­nto, vibrante y soberano/me siento sus cimeras, en rítmicos compases/bailan su danza eufórica, al rumor de las brisas/la madrugada húmeda, se esfumará deprisa /más los pinares yacen, vigorosos y audaces//

Pinabetes de Honduras, airosos y arrogantes/se muestran a los ojos, graciosos y triunfante­s/invitan al beduino, a escalar las laderas/los pinares de Honduras cantan las epopeyas/de ese país de ensueño, del trópico la estrella/filtrándos­e en sus copas los límpidos celajes//

Los poemas los dedicó a Desiderio Macías Silva, a Olivia Fernández de Córdoba, a José Arteaga Pedroza. Se imprimiero­n 1000 ejemplares en los talleres de Daniel Méndez Acuña, abril, 1968, Aguascalie­ntes. Cada ejemplar con un valor de 15 pesos. En resumen, hemos ido entrando a una historia poco conocida, pero sorprenden­te por varios motivos.

En medios tan poco propicios como el de Cuquita, ella desarrolla una poesía en la que maneja la métrica, el ritmo y las imágenes para dar a conocer sus sentimient­os íntimos a través de la comparació­n.

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