La deforestación y sus efectos en las sequías
Desde inicios de año, el país en general y gran parte de sus regiones y localidades, se encuentran viviendo un fenómeno grave de sequía, el cual ha tenido y tiene graves impactos en los ecosistemas, las actividades productivas y el acceso al agua de las distintas comunidades y personas.
Los datos que presenta la Comisión Nacional del Agua de manera periódica a través de su Monitor de Sequía del país son cada vez más dramáticos, por ejemplo, a mediados abril 85por ciento del país se encontraba con algún grado de sequía.
Como hemos visto año con año, los efectos del cambio climático en la disponibilidad y calidad de los recursos hídricos son evidentes reflejándose, entre otros aspectos, en mayores inundaciones y sequías, dada la afectación al ciclo hidrológico.
La ausencia de lluvias en todos estos meses ha impedido el reabastecimiento de las presas principales del Sistema LermaCutzamala, que es la principal fuente externa de agua del área metropolitana del Valle de México. Esto ha motivado cortes y racionamientos de agua en 13 alcaldías de la CdMx y 14 municipios del Estado de México.
Por otro lado y en complemento a ello, es importante puntualizar los efectos que igualmente causa alrededor de las sequías el fenómeno de la deforestación y la tala inmoderada e ilegal en los bosques y áreas naturales protegidas.
En efecto, la deforestación afecta negativamente la estructura y funcionamiento de los ecosistemas, lo que produce modificaciones en el ciclo hidrológico que favorecen el calentamiento global y, en consecuencia, un incremento en la frecuencia y severidad de las sequías y lluvias intensas, así como las inundaciones.
Lamentablemente, en los últimos 13 años se han perdido nueve mil hectáreas de Bosques y Áreas Naturales que alimentan agua al Valle de México, lo cual representa un serio problema por la consecuente degradación de los servicios hidrológicos y ambientales que proporcionan estos ecosistemas de los que se benefician las distintas poblaciones, con consecuencias en el desarrollo social, económico, la biodiversidad y la salud de una población que supera los 21 millones de habitantes. Asimismo, en el suelo del conservación que se ubica al sur de la Ciudad de México, se estima que se pierden cada año entre 150 y 200 hectáreas de bosques.
No debemos olvidar la importancia de estos ecosistemas para la captación y almacenamiento de las aguas de lluvia y la regulación del clima, así como su relevancia para impulsar la infiltración y recarga de los acuiferos, que son la principal fuente de agua de la Ciudad de México.
La crisis es latente y estamos en alerta. Vivimos en escenarios de incertidumbre ante el hecho de que dependemos de un acuífero sobreexplotado que hoy se ve comprometido también por los fenómenos climáticos extremos como inundaciones y sequías.
No se tiene certeza de cómo se comportará la temporada de lluvias y en un escenario negativo, nos estaríamos enfrentando a una crisis de mayores proporciones.
Lo anterior nos debe obligar a una revisión de las políticas públicas que hasta ahora no han logrado frenar del todo la deforestación, la urbanización exacerbada, las invasiones en áreas naturales protegidas y los cambios de uso de suelo, y que han carecido de la visión necesaria para enfrentar escenarios de incertidumbre climática.
La crisis actual nos dejan ver la fragilidad y riesgo que nos encontramos. Es por ello que debemos tomar acción y asumir de manera responsable, como sociedad en colectivo, la necesidad de tomar decisiones estructurales y de fondo con visión de largo plazo, al tiempo de proteger nuestros recursos naturales para lograr una seguridad hídrica a mediano y largo plazo. Debemos entender que nos enfrentamos a un problema del presente, ya que el futuro nos alcanzó.
Se estima que se pierden cada año entre 150 y 200 hectáreas de bosques.