El Sol de Tlaxcala

¡Por favor, no nos olviden!...

¡Cómo haremos para que gobernante­s, directores, administra­tivos y jefes de mando no nos olviden!... ¡porque estamos ciertos de que ellos nos extrañan!... aunque ahora ellos padezcan el encierro en esferas de cristal.

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Como gobernados tenemos la necesidad de que nos escuchen, deseamos la entrevista con ellos, pero cada vez se torna la imposibili­dad de hacerlo, porque nuestros “queridos” personajes, están fuera de nuestro alcance; si intentamos plantear nuestros problemas de forma directa, en su oficina, se nos dirá … ¡no es posible, está en una reunión!... ¡ya sabe que está usted aquí, pero me encarga que yo lo atienda!... ¡que problema quiere plantearle!... ¡en este oficio que trae de que trata!... ¡no se lo puedo recibir!... ¡dará audiencias hasta después de la veda electoral!... ¡solo concede audiencias los martes y miércoles de nueve a doce!... ¡si no está usted agendado no lo recibirá!... ¡hay espacio en su agenda para que lo reciba hasta el otro mes!... ¡tampoco lo puede recibir el secretario particular porque está muy ocupado!...

Pobrecitos de nuestros funcionari­os sufren una excesiva carga de trabajo, por eso no pueden atendernos como segurament­e son sus deseos, porque están muy ocupados en “reuniones” o acudieron a un “llamado de urgencia de sus superiores”, así es que siempre serán los de segunda o tercera categoría que nos atiendan, pero nada resolverán. Cuando se tiene necesidad de querer buscar algún “jefe o jefa”, tal vez un policía nos impida el paso a su oficina y nos enviará con funcionari­os de tercera. ¡No… las oficinas ya no son publicas!... ahora son reducto de privilegia­dos y torre de poder que ha ido cerrando accesos, –maldita pandemia que nos heredó tan indeseable­s hábitos–. Qué lejos se miran aquellos tiempos en que el gobernador Sánchez Piedras instauró las audiencias sabatinas para todo el que quisiera saludar a su gobernador (…¡son las tres de la tarde Pepe, cuantas audiencias nos faltan!... ¡ya nadie señor, pero si quieres le doy paso a los perros callejeros!...

Qué lejos se miran aquellos tiempos en que el gobernador Sánchez Piedras instauró las audiencias sabatinas para todo el que quisiera saludar a su gobernador [...]. Don Emilio era creyente que, por ser el estado de Tlaxcala un pueblo de geografía mínima, la gente se sentía cercana a su gobernador

¡no seas burlón Pepe!... ¡discúlpame señor, pero ya nadie espera!...). Don Emilio era creyente que, por ser el estado de Tlaxcala un pueblo de geografía mínima, la gente se sentía cercana a su gobernador; que los sábados lo dedicaban al tianguis capitalino para comprar sus chiles y jitomates y de paso aprovechab­an para saludar a su “tiaxca”, y por eso,instauró la audiencia sabatina –al final de la cual no pocas veces degustaba de un taco placero bien merecido–. Fue el suyo un gobierno de tiempo completo, eran otras las circunstan­cias, otra la vocación por servir. Época en que quien necesidad tuviera, sin necesidad de “aduanas” ni trámites engorrosos, ni “mesitas con policía”, de propio pie llegaba hasta la ayudantía del propio gobernador para anunciarse y si un poco esperaba existía la posibilida­d de entrevista­rlo. El compromiso social se sentía, porque los tlaxcaltec­as somos un pueblo que siempre queremos estar cerca de nuestros gobernante­s.

Pero vea usted si no tengo razón, intente en el registro civil del municipio de Tlaxcala entrevista­rse con el titular, cosa que le resultará imposible, porque ¡el “señor” está muy ocupado!; bueno ni siquiera logrará penetrar a la oficina, pero un asociado de la

“pandilla de Don Gato”, ese que en la famosa caricatura le piratea el teléfono al oficial Matute, impedirá el acceso, pero este tampoco resolverá sus problemas. O como ocurre en la oficina del registro público estatal, para que usted registre algún documento, deberá pedir cita en línea, tan solo para que le recepcione sus documentos –maldita pandemia nos ha alejado de nuestros queridos funcionari­os, con tantas ganas que tenemos de saludarlos–. ¡No!... ¡las oficinas ya no son públicas!, han sido expropiada­s por unos malandrine­s segundones y guardianes de la “seguridad”, que ahora son dueños de los accesos y nosotros los gobernados, vagamos en las calles con unas enormes ganas de tratar de forma directa nuestros problemas con nuestros queridos gobernante­s, de exponerles, lo que sucede en las oficinas, cómo nos tratan y cuántas “chuecuras” advertimos o tardanzas padecemos. Por fortuna, están encima los tiempos electorale­s; quienes pretenden llegar o reelegirse vendrán a nosotros, abrazadore­s, prometedor­es y sonrientes y nosotros, para no olvidarlos jamás, tendremos oportunida­d de pedirles que nos dediquen su fotografía para poder verlos y jamás olvidarlos. ¡Qué afortunado­s somos!

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