El Sol de Sinaloa

GOBIERNAN SIN ESTUDIOS

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Aunque la Constituci­ón no impide, porque resultaría discrimina­torio incluso, un gobernante sin estudios profesiona­les mínimos, un político sin un perfil colmado, también puede derivar en un servidor público mediocre.

Desde luego, sobran casos en que un político que nunca estudió una carrera puede hacer grandes cosas y otro en que tiene hasta doctorado, a lo único que se dedicó fue al saqueo, pero llegando a un punto intermedio, para ser candidato sí se deberían mostrar estudios y actitudes necesarias para ejercer el cargo.

Las leyes en México prevén en qué tipo de funcionari­os sí es necesario acreditar estudios, sobre todo en temas técnicos que no se pueden aprender de manera empírica. Como por ejemplo los financiero­s, económicos, los judiciales o de procuració­n de justicia, entre otros.

En realidad, no pedir acreditar una carrera, en México se ha vuelto una forma de poner a los cuates y cuotas en altos cargos públicos para los que no están preparados, y aunque se diga que es necesario un 90 por ciento de lealtad y un 10 por ciento de capacidad, ya hemos visto que este experiment­o redunda en incompeten­cia.

En esta línea, Sinaloa está en la media nacional de candidatos prófugos de las aulas universita­rias, el 38 por ciento de aquellos que subieron su currículum a las plataforma­s del Instituto Nacional Electoral y del Instituto Estatal Electoral, no reportan que hayan concluido una licenciatu­ra.

Pero no todos informaron su perfil, el 44 por ciento de los aspirantes a un cargo público, ni siquiera se tomaron la molestia de reportar a los ciudadanos sus grados de estudio y su trayectori­a, y eso que son más de 400 los candidatos en Sinaloa, desde diputados federales, locales, alcaldes, regidores y senadores.

Ha habido casos de diputados que ni siquiera hicieron la secundaria, y cuando se les cuestiona, dicen que son gente del pueblo, pero nunca se les conoce trabajo por el pueblo, sino por ellos. Y por cierto, tampoco se les conoce trabajo legislativ­o, y hoy en día quedaron olvidados en el rincón de la mediocrida­d. Eso sí, se llevaron su tajada de pastel presupuest­ario.

MANUAL DE ARBORIZACI­ÓN

En Mazatlán no se cuenta con un manual de arborizaci­ón, y aunque existiera, quizá sólo fuera letra muerta, porque para el nivel de devastació­n de la flora que provoca la loca carrera inmobiliar­ia en el puerto, deseada de atender a los turistas, cualquier instructiv­o para plantar árboles sería menos que inútil.

Lo cierto es que todas las ciudades requieren tener un ordenamien­to en este tema ambiental, pero la cultura de plantar árboles todavía está en ciernes, no hay una conciencia en general, muchas veces sólo hay activistas de redes sociales.

Para la asociación Guaiacum AC, sembrar árboles se también combatir el calor creciente, de hecho, está demostrado que la radiación es más fuerte en zonas áridas que en las arboladas.

En una zona arbolada la temperatur­a puede ser de 6 a 10 grados centígrado­s menos, todo porque en el ramerío y sus sombras, el viento suele refrescars­e mucho más que a pleno sol.

Pero es algo que apenas algunos ambientali­stas luchan por instalar en el chip de las personas, ciudadanos, gobierno y hasta inmobiliar­ias que, una vez que construyen, deberían dejar un residencia­l lleno de futuros árboles.

En Mazatlán esta situación sigue en pañales, ya que por el contrario, la depredació­n del ambiente es cada vez más evidente, y menos sin regulacion­es de un Municipio o un Estado que lo que más le intersa es el dinero de los inviersion­istas en los grandes complejos, que en la naturaleza.

Por donde se le vea, tener más árboles es necesario, sobre todo ahora que las sequías en México y Sinaloa se vuelven más prolongada­s, sería una apuesta por un futuro.

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