Empoderamiento de la mujer y las nuevas masculinidades
Las estructuras sociales, políticas y las productivas, se están modificando como consecuencia de un proceso lento y algunas veces errático denominado empoderamiento de la mujer. Aunque este empoderamiento tiene sus vertientes, por ejemplo, en empoderamiento de la mujer urbana y empoderamiento de la mujer rural, se tratará la expresión de manera general, asumiendo las omisiones y vacíos propios de decidir por esta ruta. En el empoderamiento, la mujer puede lograr control sobre sí mismo, sobre las creencias, los recursos económicos y materiales, además se incrementa la autonomía en la toma de decisiones y como consecuencia, los cambios hacia sí mismo y en el ámbito social.
Una estrategia del empoderamiento femenino es la asociación y acción colectiva de las mujeres para comprender y desarraigar la idea de que la dominación masculina es inevitable e irreversible y de esta manera romper las cadenas de la subordinación de la mujer frente al hombre. Este proceso se acompaña de la capacitación en temas de género y educación reproductiva, no es lineal y lo importante es la continuidad y el compromiso de las mujeres agrupadas. El proceso de empoderamiento tiene tres dimensiones; la personal, la colectiva y las relaciones cercanas. Algunas de las acciones colectivas llegan a influir en la transformación de estructuras e instituciones que apoyan la discriminación de género.
El empoderamiento de la mujer ha generado grietas, fracturas y algunos casos el derrumbamiento de algunas estructuras patriarcales que han dejado su paso a nuevas formas de organización y dinámica social. Este proceso conquista día con día posiciones y pierde otras tantas, la fuerza de choque puede ser violenta, pero en otros casos, débil y conciliatoria, quizá por el desconcierto del género masculino, ante lo que se desconoce y por ende de sus consecuencias. Los cambios en el viejo esquema hegemónico masculino, se manifiestan en un gradiente, en cuya parte positiva se observa una mutación de la idea de lo masculino y en su parte femenina en una contra postura más misógina que
aquella que se observaba.
En este orden de ideas, a los cambios relacionados con el género masculino se les ha denominado como las nuevas masculinidades, las cuales implican nuevos roles que los hombres tienen que jugar como consecuencia del empoderamiento femenino. Estos nuevos roles son por ejemplo el cuidado de los hijos por más tiempo que sus parejas mujeres, participar en emprendimientos como personal operativo bajo las órdenes de sus parejas mujeres,
proveedores de recursos económicos en menor proporción que su pareja mujer, etc., estos roles pueden ser asumidos de manera voluntaria, con cierto recelo e incluso de manera violenta, sea física o verbal. Por lo anterior, las nuevas masculinidades implican un cambio en algunos roles masculinos tradiciones, tales como: el progenitor (paternidad), el proveedor (patrimonio, sustento familiar) y el protector (defensa, seguridad) y dejar atrás la masculinidad hegemónica. Como se mencionó, este proceso tiene matices, claros oscuros, no se repite porque los contextos son diferentes, algunas veces está manchado por la violencia física y verbal, un machismo exacerbado, el abandono de la pareja, una resistencia constante que no termina de ceder el poder, una actitud de conformismo, entre otras. En este sentido, se tiene evidencias de que el empoderamiento de mujeres rurales indígenas generado por emprender negocios propios que recuperan saberes y tradiciones propios de su grupo étnico, ha contribuido a generar nuevas masculinidades en su comunidad, de tal manera que los hombres trabajan en la misma empresa en puestos operativos y son las mujeres quienes toman decisiones estratégicas y aquellas relacionadas con la aplicación de los recursos financieros. Este proceso no solo ha involucrado a las parejas masculinas, sino a los demás actores de la comunidad, quienes han señalado como callejeras a las mujeres emprendedoras porque asistieron a los cursos de capacitación en técnicas de gestión y no estuvieron con sus hijos. Por lo tanto, el empoderamiento de la mujer y las nuevas masculinidades son procesos entrelazados que aún deben enfrentar nuevos desafíos y superar diversos obstáculos.