El Mundo

La lengua impuesta

- SANTIAGO GONZÁLEZ

los socios de Pedro Sánchez, encabezado­s por Pablo Iglesias, vienen a coincidir en que el castellano es una lengua impuesta. Todos ellos van a presentar en el Congreso una PNL para acabar con lo que consideran una «imposición legal del castellano» en España. La historia viene de antiguo. Arzalluz, gran timonel del PNV, mostró un empleo extravagan­te de la antonomasi­a al llamar al castellano o español (que de ambas maneras lo llamaba Sebastián de Covarrubia­s) «la lengua de Franco». Las ganas de joder son a menudo incompatib­les con la lógica. Es como si el gran burukide hubiese descrito sus habilidade­s lingüístic­as: «Hablo a la perfección la lengua de Franco, la de Josu Ternera y la de Adolf Hitler».

Hubo un tiempo en que los presidente­s del Congreso, incluso socialista­s, no eran como Meritxel Batet. Un suponer, Manuel Marín. En 2005 expulsó de la tribuna a Joan Tardà por empeñarse en intervenir en catalán. Durante el Gobierno de Zapatero, etapa en la que toda tontería tuvo asiento, hubo un testimonio fotográfic­o impresiona­nte, en mayo de 2010. En el atril de oradores del Senado, un andaluz de Iznájar se explicaba en la lengua que peor habla. En un escaño, otro andaluz, de Ceuta (Manuel Chaves) sigue el discurso con un pinganillo.

Zapatero lo explicó con una sentencia sandia: «Las lenguas están hechas para entenderse». Sánchez Ferlosio se agarró un rebote considerab­le y mediante carta al director de Abc le explicó algunos rudimentos de la propiedad distributi­va de las lenguas: «Para entenderse sus respectivo­s hablantes entre sí» y añadía que una lengua no se entiende con otra, el latín no

está hecho para entenderse con el griego. Para entenderse un ateniense y un romano deberían recurrir a un intérprete o a una tercera lengua que conociesen ambos, una koiné.

También fueron muy chuscas las conversaci­ones que el PNV mantuvo con HB en un hotel de Bilbao en 1992. Participab­an por el PNV Ollora, Gorka Aguirre y Joseba Egibar. Por HB, Floren Aoiz, Iñigo Iruin y Jon Idígoras. Ollora no sabía euskera. Los batasunos sólo hablaron en euskera y cuando terminaban esperaron a que Egibar tradujese al español para

que se enterase Ollora y lo que este respondía lo traducía al euskera para que sus interlocut­ores baturros pudieran darse por enterados. La esencia de España vuelve a ser el pinganillo. En su estreno internacio­nal en una cumbre de la OTAN, Zapatero despreció los auriculare­s que sí llevaban el ministro Moratinos y el embajador de España en la OTAN, hablantes ambos de la lengua de Jack el Destripado­r.

¿Tragará Sánchez con estas tonterías? Nos está resultando muy tragaldaba­s, o sea que todo hace pensar que sí. Debería pensárselo. En

2017, Telefónica presentó un proyecto, El valor económico del español, en el que se establecía que la lengua española genera el 16% del valor económico del PIB. Y del empleo en España

(ver en Expansión, el 13/02/2017).

Ahora parece que vuelve esta vocación de Babel íntima. Avanzará mucho el día en que todos los representa­ntes de los ciudadanos se expresen en la lengua que menos dominan. Pero aun sería mejor si les obligamos a explicarse en las cuatro a la vez. O una detrás de otra, siguiendo la prescripci­ón que le hacía Gabriel Aresti a Tomás Meabe: «Cierra los ojos muy suave,/ Meabe,/ pestaña contra pestaña./ Solo es español quien sabe/ Meabe,/ las cuatro lenguas de España».

«¿Tragará Sánchez con estas tonterías? Todo hace pensar que sí»

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