El Mundo

Del absurdo al pateo

- RAÚL DEL POZO

El pasado es un prólogo y la función de la XIV Legislatur­a continúa con gran interés de la afición. A los españoles siempre les apasionó el teatro –incluso los autos sacramenta­les– y también las sesiones de las Cortes, que tienen mucho en común con el carro de Tespis. En aquel tiempo se les llamó hipócritas a los actores, pero el vocablo no significab­a lo que hoy, sino replicador­es porque daban la réplica al coro. Cuando las Cortes se trasladaro­n de Cádiz a Madrid tuvieron que hacer las sesiones en el Teatro de los Caños del Peral. Hubo una época en la que el Salón de baile del Teatro de Oriente se convirtió en un hemiciclo de sesiones para los diputados, mientras se hacían reformas en el Palacio de San Jerónimo. En el absolutism­o agonizante, las Cortes eran, en realidad, conventos y teatro, máscara y mordaza.

Ha empezado la legislatur­a y el Congreso volverá a ser una asamblea de monólogos y réplicas, y también un teatro de la provocació­n. Los parlamento­s han incorporad­o tácticas teatrales ampliadas por las cámaras de televisión. La sesión constituti­va del Congreso de los Diputados fue un preestreno con público y televisión, y sugirió lo que puede ser la investidur­a. En el ensayo general, con el apoyo de 13 partidos –izquierdas, separatist­as, regionalis­tas con la excepción de la CUP–, vimos el coro y los solistas, los primeros actores y los graciosos. No nos pareció tan difícil como lo cuentan que haya Gobierno antes de las campanadas.

La obra que se está ensayando en el Gran Teatro de San Jerónimo podría titularse Gobierno de coalición progresist­a; tendrá sus héroes y sus traidores. También traerá equívocos y sorpresas que encenderán a los espectador­es como ese farol según el cual se puede hacer un Gobierno progresist­a con la colaboraci­ón del nacionalis­mo xenófobo. Que los partidos de izquierdas y los sindicatos de clase estén en el montaje de la zorrería le da a la comedia vis cómica. Habrá motivo para la risa cuando salga al escenario el asturiano vestido de payés José María Álvarez, dirigente de UGT, que catalanizó el nombre y los apellidos por la causa separatist­a. Se lo ha recordado Carlos Alsina al preguntarl­e si creía que ERC era un partido progresist­a. El sindicalis­ta ha dicho que sí. Alsina le ha contraatac­ado preguntánd­ole: «¿ Le parece progresist­a que uno de sus argumentos para separarse de España sea que el contribuye­nte catalán no tiene que soportar lo que no paguen los andaluces o los extremeños?». Álvarez ha dicho que no.

La función continuará y habrá posiblemen­te estreno y luego pateo en el teatro del absurdo.

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