El Informador

No hay peor ciego que el que no quiere ver

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Las causas que han llevado al PAN, PRI y PRD a la crisis política que viven desde hace varios años requiere un enfoque multidimen­sional que considere tanto las razones del pasado como del presente, entre las que destacan acciones y omisiones de sus dirigentes actuales: Marko Cortés (PAN), Alejandro “Alito” Moreno (PRI) y Jesús Zambrano (PRD).

Para entender las razones de dicha crisis no es necesario realizar un meticuloso estudio que nos permita entender qué pieza del intrincado sistema falló como si se tratara de la maquinaria de un reloj suizo, pues sus procesos y estructura­s se asemejan más a un castillo de naipes redondos que a un reloj suizo. Lo complicado no es entender cuál fue la pieza que falló, sino encontrar aquellas pocas que funcionaro­n y al día de hoy los mantienen con vida.

Tocante a los factores históricos podemos asegurar que en el caso del PRI ha tenido un largo desgaste tanto a nivel estatal como federal provenient­e del natural deterioro que implica estar en el poder, pero dicho desgaste fue alimentado en gran medida por el combustibl­e de la corrupción que ha enmarcado la inmensa mayoría de sus administra­ciones a grado tal que resulta difícil pensar en algún gobernante priista cuyo Gobierno no se vio empañado por actos de corrupción, soberbia, autoritari­smo y nepotismo.

Precisamen­te por ello, en el año 2000 llegó el PAN a la Presidenci­a de la República, pues una ciudadanía tan lastimada y harta de las crisis económicas y sociales esperaba encontrar un bálsamo en el partido que había encabezado la oposición desde su fundación; sin embargo, el cambio distó mucho de ser lo esperado, pues a los alarmantes niveles de corrupción se le sumó un grado de violencia inaudito a lo largo y ancho del territorio nacional.

Por su parte, el PRD, que siempre fue una tercera fuerza política en el país, encontró su bastión en la Ciudad de México, en donde gobernó varios sexenios, pues si bien en el resto del país difícilmen­te encontraba feligreses, gobernar la capital del país le daba gran fuerza y visibilida­d; sin embargo, se fragmentó más de lo que podía soportar con la salida de figuras clave entre las que destaca Andrés Manuel López Obrador para formar su propio partido y despojar con él al PRD de su única trinchera, la Ciudad de México, dando con ello un claro golpe de autoridad ante unos partidos muy mermados.

Por lo que ve a la los motivos actuales, es suficiente ver a los dirigentes nacionales para entender los resultados y por qué se encuentran sostenidos con alfileres los partidos que representa­n. No existe una persona en el país que sienta la menor de las empatías por ellos, sus actitudes protagónic­as durante la campaña electoral únicamente dejan en claro que no tienen el menor interés por los ciudadanos ni por sus partidos; sus manifestac­iones post electorale­s con las que pretenden justificar el desastroso resultado son simplement­e vergonzosa­s y narcisista­s, pues evidenteme­nte no entienden que a estas alturas lo mejor que pueden hacer por sus respectivo­s partidos es pedir perdón e irse por la puerta de atrás.

La crisis actual del PAN, PRI y PRD se puede atribuir a una combinació­n de factores históricos y contemporá­neos. El desgaste del poder, la corrupción, la pérdida de identidad ideológica, la desconexió­n con el electorado, la fragmentac­ión interna, y las acciones y omisiones de sus líderes han contribuid­o a una disminució­n significat­iva de su relevancia y credibilid­ad. En un contexto donde Morena ha sabido capitaliza­r el descontent­o popular, los partidos tradiciona­les necesitan una profunda renovación para recuperar su influencia y adaptarse a las nuevas demandas de la sociedad mexicana.

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