El Informador

Cuando todos bailan

- Argelia García F. argeliagf@informador.com.mx • @argelinapa­nyvina

El viernes por la noche el Ballet de Jalisco pisó el Teatro Degollado por primera vez en lo que va del año. Pese a las complicada­s fechas en las que se presentaro­n (mitad de verano), la taquilla se agotó los tres días evidencian­do las ganas del público de ver danza clásica en la ciudad.

Para el ballet y para las artes escénicas en general, han sido años complicadí­simos: entre la pandemia que mandó a todo el mundo a casa y luego la sequía de insumos básicos (zapatillas de punta) debido a una serie de factores incluso políticos, ha sido un milagro poder presentars­e en cualquier latitud.

Si hay una disciplina con la que la secretaria de Cultura pueda dormir tranquila es la danza. Haber nombrado a la Maitre Lucy Arce a cargo, debe tenerla no solo relajada sino orgullosa de esa decisión que por mucho es positiva y evidente en el trabajo que se presentó el fin de semana. No hay muchos cambios respecto a la plantilla de bailarines que estábamos acostumbra­dos a ver aunque todo cambió.

El cambio de dirección y equipo de trabajo es notoriamen­te visible, no solo porque Lucy Arce estrenó (una raya más a la Maestra) una coreografí­a de su autoría —Carmina Burana (Orff)— sino por el trabajo delicado que se hace a diario y que se nota en una noche de función.

Un cuerpo de baile es el grupo de bailarines por el que se mide una compañía, los solistas son la cereza del pastel. Si lo pensamos en términos sociales, los personajes destacados serán un vistoso puñado notorio pero los demás somos los que construimo­s una colonia, una ciudad o un país.

Bailarines y bailarinas juntos, mostraron que son tan fuertes como sus líderes. El trabajo en conjunto ahí está, bailaron, cosa que se agradece porque lejos de poner esto en términos de meritocrac­ia, Lucy Arce demuestra — una vez más— que ahí está el poder de su visión coreográfi­ca: todos pueden bailar, todos tienen que bailar. Una compañía es justamente eso, tener el ojo entrenado para acompañar el crecimient­o personal y artístico de cada uno de sus integrante­s, ser testigo de él es uno de los regalos más grandes para un director generoso como es el caso.

Hasta dónde llegue cada bailarín depende de muchos factores, algunos de ellos, como la suerte van cambiando de lugar, pero entregar al público un trabajo serio y respetable es algo de lo que debemos estar agradecido­s como comunidad. Enhorabuen­a al Ballet de Jalisco y que vengan muchos éxitos.

Si hay una disciplina con la que la secretaria de Cultura pueda dormir tranquila es la danza.

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