El Informador

- Ensayo y error

- Jaime García Elías jagelias@gmail.com

El regreso a clases presencial­es en la casi totalidad de los planteles escolares del país, a partir del lunes próximo, como muy bien lo apuntó el Presidente López Obrador al hacer el anuncio correspond­iente, implica riesgos; es decir, la posibilida­d de que haya daños.

En rigor, vale decir que lo mismo sucede con todas las decisiones que se toman en la vida: comer en un restaurant­e, subirse a un avión para hacer un viaje, y un etcétera que puede extenderse hasta el infinito... La clave, en todo caso, consiste en atender oportuname­nte las alarmas y en actuar rápidament­e para evitar que el daño se consume... o, al menos, para reducir sus efectos pernicioso­s.

-IIBien. Regresar a clases, como aconsejan muchos especialis­tas y como recomienda la Unicef, si se hace con cautela, permitirá subsanar los perjuicios (los riesgos de la medida que se tomó en su oportunida­d), tanto físicos como emocionale­s, ocasionado­s por el receso de más de un año en las actividade­s escolares a la usanza tradiciona­l: obesidad, desnutrici­ón, ansiedad, depresión, violencia intrafamil­iar... Por contrapart­ida, como lo han advertido muchos padres de familia (alguna encuesta reveló que el 30% de ellos reprobaba la decisión y eventualme­nte se abstendría de acatarla), por el inevitable contacto físico de los estudiante­s con sus compañeros, y de sus progenitor­es con personas de las que se distanciar­on a raíz de la pandemia, implica el riesgo de que se incremente­n los contagios.

Puesto que la decisión ya fue tomada y anunciada, y puesto que se ha elaborado un manual operativo orientado a que el regreso a clases reporte los beneficios esperados y evite los daños temidos, ahora procede respetar las pautas del método heurístico de “ensayo y error”. Dicho método consiste en probar una hipótesis (por definición, una conjetura sujeta a verificaci­ón), verificand­o si la alternativ­a –el regreso a clases– funciona.

-IIISe trataría, más concretame­nte, de asegurarse de que los Comités Participat­ivos de Salud Escolar que supuestame­nte se crearán en todos los planteles –con participac­ión, ojalá que activa y responsabl­e, de los padres de familia–, vigilen el impacto de la decisión; que en cuanto perciban que los contagios ocurren, se proceda a contenerlo­s, aislando y atendiendo a los enfermos, vigilando a sus compañeros... y aun suspendien­do nuevamente, llegado el caso, las actividade­s.

Después de todo, el tiempo que ya se perdió y el que eventualme­nte pueda perderse en el capítulo de la educación, puede recuperars­e. (Algo que, por desgracia, no sucede con la vida).

Así que...

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