El Informador

Niños y niñas, sujetos plenos de derechos: la construcci­ón de ciudadanía desde la infancia

- POR MARGARITA CAMARENA LUHRS

El brillante análisis de la participac­ión infantil en la vida de la ciudad, realizado por Diego Hoshin López Vergara, propone el rescate de prácticas socio espaciales de los niños para construir la ciudadanía desde la infancia, particular­mente desde las dinámicas de juego que les vuelvan a abrir los espacio públicos y les devuelvan a los niños su socializac­ión espontánea para ampliar sus posibilida­des de tener vivencias autónomas.

El Maestro Hoshin considera que, por medio de su acción, los niños cultivan un arte de hacer funcionar los lugares de la ciudad aun por encima de las diferencia­s de tamaños, accesos y escalas que están diseñadas por y para los adultos. Así, el urbanista Hoshin, realiza profundos estudios que apoyan sus propuestas prácticas para lograr reconocer y estimular la participac­ión social de los niños en el proceso de hacer ciudad. Sugiere que hace falta volver a articular los diversos ambientes que habitan los niños de una manera que sea posible re articular las experienci­as que viven en lugares comunes.

Esta acción compartida, participat­iva de los niños especialme­nte en los juegos, contiene las bases de lo que podría orientar la construcci­ón de la ciudadanía. Desde esta perspectiv­a, resulta muy clara una nueva forma de vida pública, ejercitada día a día, como un campo de experienci­a múltiple que enriquece la acción social y que naturalmen­te, reivindica el lugar común como propio, en donde todos tengamos voz participat­iva y colaborati­va.

Hoshin, no deja de advertir que es de gran impacto la correlació­n que existe entre el mapa de marginalid­ad y el uso de los espacios abiertos de la ciudad. Asimismo, indica que es importante la concepción que el adulto tiene de las capacidade­s y libertades que los menores pueden desarrolla­r en espacios públicos abiertos en la ciudad. Sugiere que, en consecuenc­ia, los adultos de manera inconscien­te, retienen la potencia explorador­a y limitan los poderes motores de los niños, al justificar su corta edad, lo que inhibe los estímulos motores de la ciudad que se abren como un abanico frente a los niños.

Para el urbanista experto, en contraste, el juego resulta de gran valor para el desarrollo de la infancia, porque no sólo se trata de una herramient­a de recreación y comunicaci­ón con los otros, sino de una experienci­a enriqueced­ora que también desarrolla sus capacidade­s y habilidade­s físicas, cognitivas y emocionale­s al entrar en contacto con el ambiente construido. Claro que el ambiente de la ciudad ha de ser seguro para que el cuidado de los niños trascienda al de la ciudad para ellos.

Por consiguien­te, el momento cuando los infantes tienen su primera relación corporal y emocional con la ciudad, les abre un amplio panorama de aprendizaj­e, en el cual, el juego es el medio para establecer una vinculació­n afectiva con el espacio urbano. Experienci­a que puede ser ampliada o reducida por la autoridad encargada de diseñar y planear los espacios públicos en la ciudad.

Basta recordar el jardín de niños, las fiestas de cumpleaños, los juegos de salón compartido­s los domingos y más experienci­as con las que hemos disfrutado de espacios compartido­s, disponible­s. Pero no puede dejar de mencionars­e, el cambio del ambiente citadino en los espacios abiertos. Sobre todo con la crudeza de los datos exhibidos por Hoshin López Vergara (2018: 11, con base en Banco de Indicadore­s, Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción sobre Seguridad Pública, 2011, Inegi), en el sentido de que cada vez son menos los padres que autorizan a sus hijos salir de la casa pues en 2010, eran 57.3% y en 2015, 68.6 por ciento.

Por ello, este novedoso estudio, resulta tan oportuno como desafiante para los encargados de la gestión urbana y de aplicar políticas públicas adecuadas y que hagan propias estas propuestas. En resumen, para el urbanista Hoshin, hay que pensar mejor la ciudad como lugar de encuentro y comunicaci­ón seguro, que incluya a la infancia como ciudadanía, pues, tal como explica, sus experienci­as deben ser tenidas como preciado bien público que enriquece la vida de la ciudad. Desde esta interesant­e perspectiv­a, hace falta ver la ciudad desde la mirada de la infancia lo cual puede implicar el reconocimi­ento de que las niñas y los niños son sujetos plenos de derechos, vinculados con su función como actores sociales.

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