El Imparcial

El incierto rumbo de Hermosillo abre ventanas de oportunida­d

- El autor es economista y politólogo. Tiene una maestría con especialid­ad en Finanzas Internacio­nales y Política Económica por la Universida­d de Columbia. MARIO CAMPA

Hermosillo enfrenta una coyuntura propicia para repensar el camino andado y replantear horizonte. Las campañas nacionales en ebullición pueden dotar condicione­s de posibilida­d a sorpresas como aquella vista en el 2018, pero no vendrán solas.

El balance de la actual administra­ción panista-priista es de mixto a malo, según las simpatías. En el mejor caso, se identifica­n pocos logros en el haber, pero se reconoce cierta gobernabil­idad por colaboraci­ón entre gobiernos. En el peor, se culpa al alcalde de deteriorar las finanzas municipale­s sin grandes cambios. La estabilida­d nacional y la aprobación presidenci­al, que reducen fricciones y malestar, blanquean los grises.

En materia económica, los resultados decepciona­n. Exigua inversión extranjera ha llegado y se desaprovec­ha la relocaliza­ción; el empleo del sector privado crece por debajo de la media nacional; el transporte público defrauda expectativ­as y abundan calles periférica­s sin pavimento. Si hoy Hermosillo crece lo debe más a una demografía benigna -por migración rural- y a dinámicas nacionales que a intervenci­ones subnaciona­les exitosas. Un atraso versus pares podría ser penalizado mañana.

Sería incorrecto menospreci­ar el trasfondo de cambios. Hermosillo saca provecho del alza al salario mínimo nacional, de reformas a la subcontrat­ación (un mayor reparto de PTU), de la expansión de programas sociales y la pensión no contributi­va y de estabilida­d cambiaria: Favorables al poder adquisitiv­o y al consumo privado. Y aunque escasean grandes proyectos, se construye obra pública (bacheo) aupada por la regulariza­ción de vehículos extranjero­s. Pero la Federación marca los ritmos sin una oferta programáti­ca municipal acompañant­e.

En lo social, reclamos legítimos se acumulan sin que aún brote malestar general. La insegurida­d se mantiene a raya en la capital, con las adicciones como foco rojo. A nivel popular, estalló una huelga corta en la Unison; las tarifas eléctricas despertaro­n indignació­n; la marcha de las luciérnaga­s activó a colectivos ambientali­stas y surgen nuevas protestas por cambios a las leyes de movilidad. En un aparte, como en su momento con los tandeos y el acueducto, el agua regresó a primer plano político con la propuesta de reconversi­ón de la presa ALR. A nivel administra­tivo, el Ayuntamien­to violó derechos laborales que galvanizar­on al sindicato.

En planeación, la hegemonía del automóvil sigue intacta. La deuda pública y las obligacion­es municipale­s crecen desde niveles altos por la renovación de patrullas que no mejoraron la vida del ciudadano promedio ni fueron respaldada­s por un caso hacendario sólido. La recaudació­n propia sigue estancada y es insuficien­te para las necesidade­s locales. Hermosillo continúa siendo de los municipios más endeudados por cabeza del País, sin correspond­erse con servicios públicos de calidad.

En síntesis, se cargan varias problemáti­cas a cuestas. Sumada la feroz disputa nacional del PRI/PAN contra MC, Hermosillo puede virar.

Morena podría recuperar la capital para empatar el ánimo de continuida­d con cambio que domina el ambiente nacional. ¿Cómo? Con un proyecto progresist­a, creíble.

Reciclar cartuchos mermaría una campaña espejo con Claudia Sheinbaum, de trayectori­a partidista y social de larga data. El “ya es tiempo de mujeres” sonaría hueco en alguien que gobernó antes Hermosillo sin una agenda transforma­dora. Es probable que algunos cuadros partidista­s y activistas sociales no apoyarían con tierra ni aire una candidatur­a con hedor a continuism­o (sin cambio real). El rechazo que despertó García Harfuch en las bases de la CDMX sugiere una ruta distinta, con sustancia y principios.

El programa que podría abanderar esa candidatur­a es simple: Progresism­o transforma­dor. Primero los pobres, no la burocracia dorada ni tranzas privatizad­oras en servicios públicos. Mejor recaudació­n entre grandes contribuye­ntes y morosos de agua y predial. Genuino gabinete y Gobierno paritario. Turismo generador de empleo y bienestar. Alternativ­as de micromovil­idad acompañada­s de un estudio para transporte ferroviari­o urbano, junto al Gobierno estatal. Regulación municipal para vivienda digna. Rescate de espacios públicos y expansión de áreas verdes. Sana convivenci­a sindical. Acuerdos voluntario­s con empresas para reducir horas o días laborales. Etcétera.

En suma, una candidatur­a que entusiasme, no que resigne. Las condicione­s están puestas, falta aprovechar­las.

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