El Imparcial

UNA PERSONA HERIDA, HIERE A LOS DEMÁS

- DENISE RAMOS MURRIETA deniseramo­sm@yahoo.com

Mi hija Denise estaba estudiando un semestre en Canadá, en diciembre vino a Hermosillo a pasar las fiestas, pero se tenía que regresar porque le faltaban 20 días de enero para concluir el semestre en Canadá. La familia con la que vivía en Canadá decidió irse de viaje quince días en enero, pero la dejarían quedarse en su casa mientras ellos estaban fuera. Yo no quería que mi hija se quedara sola, así que yo decidí irme a quedar con ella mientras terminaba la escuela. La señora dueña de la casa estuvo de acuerdo en que yo me quedara con mi hija en su casa, pero desde que llegamos yo no me sentí bienvenida. La señora con trabajos me saludó. Yo me sentí un poco extraña, pero no le di mucha importanci­a porque sabía que esa señora solamente estaría dos días ahí y se iría a su viaje. Yo me quedé en el sótano donde tenía la habitación mi hija y no volví a subir a la planta alta de la casa. Esperaba a que mi hija llegara de la escuela y nos íbamos a comer a algún restaurant­e. El día antes de irse, la señora le habló a mi hija y le dijo que quería hablar con nosotras. Subimos y tenía a una amiga de ella que hablaba español para que ella nos dijera todas las reglas de la casa. La señora le decía en inglés las reglas a la mexicana y ella nos traducía al español. La señora de la casa no me volteaba a ver mientras le decía a la mexicana que nos tradujera que mientras ella estuviera fuera, no podríamos usar su refrigerad­or, ni comer nada de la comida que ella tuviera en sus alacenas ni sentarnos en su comedor ni sentarnos en su estancia, básicament­e quería que nos quedáramos en el sótano y que no subiéramos a la planta alta. Yo hablo inglés perfectame­nte y de pronto la interrumpí y le dije que me dijera las cosas a mí, en eso ella alzó la voz y me dijo que no quería malentendi­dos. También dijo que si llevábamos a alguna visita, ella podría ver porque dejaría cámaras instaladas para vernos y llamaría a la policía. Yo me sentí muy enojada y frustrada. No podía entender cómo mi hija había vivido con una señora tan agresiva y yo no me había dado cuenta. En ese momento busqué un Airbnb, hicimos las maletas y rentamos una casa a gusto para nosotras dos.

Estuve molesta por un rato, después pensé: “¿Qué traerá esa señora en su corazón para estar tan enojada con la vida?” Y cambié el coraje que tenía por compasión. Hablé mucho con mi hija acerca de las personas que traen una herida emocional y que hieren a los demás, y mi hija entendió perfectame­nte.

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