A propósito de mormones y barzonistas
( I de II partes )
Sr. Director:
Nada más falta que a las autoridades paneques aún no les haya caído el veinte e ignoren el terreno que están pisando y sigan sin tomar las medidas necesarias que garanticen evitar una masacre en los territorios cuyo epicentro es la comunidad mormona asentada en el ejido Constitución, de nuestro estado, donde todas, las disparejas partes, esperan sigilosas con el dedo en sendos gatillos.
Estas autoridades, acusando irresponsable ignorancia sobre la velocidad en que en estos tiempos viaja la violencia y su prima la cobardía, el
pasado 30 de abril, estuvieron a un pelo, de ser los principales responsables de que la sangre llegara al río. “Nos rebasaron”, dijo el de Gobernación tras el primer episodio de violencia.
El gusano del odio nunca muere y en este conflicto tribal, se alimenta de varios veneros transgresores y para abrir boca diremos que ya cobró la vida de dos barzonistas, padre e hijo, del área de Flores Magón, aunque las causas del doble asesinato aún están por aclararse.
Independientemente de la legalidad o no de los pozos en cuestión, que al parecer, se trata de una decena de ellos, la reacción de la turba barzonista de finales de abril, por un lado, es un elocuente ejemplo del ancestral flagelo del bullying que azota al país, anti valor tan vetusto como la humanidad misma, en el que quien se cree el más fuerte y el mejor, está sobre el supuestamente más débil y por el otro lado, dicha reacción, es la
clásica respuesta del envidioso mexicano, incluido el director de Desarrollo Rural en el Estado, así como el de Conagua. El primero, probablemente vástago de un agricultor de medio pelo, que siente que la revolución aún no les ha hecho justicia, ha actuado de un modo que no podemos dejar de calificarlo como de furibundo, impropio de un servidor público y muy propio de un novato con ínfulas de llanero solitario, o de Robin Hood.
Estando las cosas como están, ¿a quién se le puede dispensar, por mucho que le asista la razón, hacerse justicia por su propia mano, o alentar a otro para que así haga?. No queramos tapar el sol con un dedo y no queramos no ver lo caóticas y desaseadas que son nuestras clases populares, muy penetradas por leguleyos que trabajan sólo por la paga, muy lejos de un ideal altamirano y muy dadas a presentarse cuando la mesa ya está servida, peleando como perros rabiosos, lo que no supieron descubrir y ganarse como obedientes y esperanzados trabajadores.
En nuestras regiones agrícolas, nuestros connacionales desempleados de extracción rural, que técnicamente son un apartado más de los ninis, sólo que con más tiempo sobre el planeta, es decir, son más viejos y más panzones y si reparamos en su vestimenta, muy probablemente sean aún más masoquistas que el subgrupo marginal que dio origen al término, pues, entre otras torpezas, calzan unas botas estilo palangana, definitivamente reñidas con las rudas faenas del campo, accesorio personal aquellas, con el potencial suficiente para cambiarle hasta la forma de andar al más pintado de los obsesivos mortales; con unos ridículos pantalones untados y a media nalga, que francamente entre las incontables víctimas de lo fashion, ellos deben ser colocados en el apartado más doloroso y vergonzoso de soportar.
CONTINUARÁ...
Claudio Chávez B.