FUE UN GRAN APOYO PARA SU MADRE CUANDO SU HERMANA FALLECIÓ DE CÁNCER
Lo que más amaba en este mundo era a su hijo, padre ejemplar que en todo momento demostraba lo mucho que adoraba a su pequeño Ricardito y a su esposa, María Romero Armendáriz, a quien conoció en su época de estudiantes en el Colegio de Bachilleres No. 4, después cada quien tomó su camino. Se reencontraron en el tiempo de universitarios y luego de graduarse contrajeron matrimonio, formando una bonita unión que se consolidó con la llegada de su primogénito y en los últimos meses estaban considerando la idea de ser padres de nuevo.
Su vida transcurrió como la de cualquier muchacho de su edad, iba a la escuela, practicaba deportes, convivía con los amigos y pasaba mucho tiempo con su familia, siempre fue un gran apoyo para su madre y aún más, hace poco tiempo cuando su hermana falleció víctima de cáncer.
Se graduó como Ingeniero Civil distinguiéndose por ser un estudiante dedicado en la UACh donde también formó parte de la sociedad de alumnos, siempre respetuoso de las decisiones de sus compañeros y recordado por ser un joven muy educado.
De carácter serio, cooperador en las actividades de equipo, muy trabajador y deportista, practicaba el futbol soccer y en temas de americano su equipo, “Los Broncos de Denver”; sus amigos dicen “era de los que no se metía con nadie”; de corazón noble y hombre responsable, dedicado en cada acción que emprendía –todos dicen- súper buen muchacho.
Cariñoso con María, amaba su profesión; su ideal, dar lo mejor a su familia. Le gustaba ir a carnes asadas acompañado por su esposa y su niño, se reunían constantemente con los amigos y disfrutaban momentos sanos hablando de temas en común.
Un hombre 100 por ciento de familia, así lo describen. Siempre al margen de los conflictos, tranquilo, pacifista; como la gran mayoría de los jóvenes de su edad, soñaba con prosperar, salir adelante y ver crecer a su hijo.