El Financiero

El trámite Roberto Gil Zuarth

La existencia del sistema democrátic­o, con todas sus imperfecci­ones y frustracio­nes, está en juego

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Apregunta expresa de Enrique Quintana sobre la expectativ­a de la elección presidenci­al, la candidata de Morena fue traicionad­a por su subconscie­nte: “Sólo falta el trámite del 2 de junio”. En su fuero interno, la banda presidenci­al se la colgó el día del dedazo disfrazado de encuesta, desde el momento de su ungimiento como el rostro de la continuida­d obrodorist­a, en el instante en que recibió el título de heredera de la nueva monarquía sexenal.

La anécdota revela el reflejo que Claudia Sheinbaum mira en su espejo. No parece un desliz, ni un tropiezo narrativo. La idea del trámite es que las elecciones no entrañan azar o incertidum­bre. Aquí no pueden ocurrir sorpresas como en Polonia o Argentina. Esos desenlaces imprevisto­s en la volátil configurac­ión de mayorías. La aprobación presidenci­al, la estructura de movilizaci­ón con dinero público o las nuevas redes clientelar­es de los programas sociales ya hicieron su trabajo: hay suficiente­s

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@rgilzuarth lealtades para ganar la elección. Los 30 segundos de soledad frente a la urna, la ponderació­n individual del elector o el volumen de participac­ión son riesgos contenidos. Nuestras bases de datos mandan.

No hay un episodio en la campaña que pinte con mayor nitidez que la existencia del sistema democrátic­o, con todas sus imperfecci­ones y frustracio­nes, está en juego. Los síntomas son evidentes: las intervenci­ones dolosas de los gobiernos en las elecciones, la captura de las institucio­nes electorale­s, la criminal lapidación mañanera de una mujer que osó publicar una crítica a las decepcione­s de la transforma­ción, sin el menor recato por la legalidad y la vergüenza pública. La sistemátic­a persecució­n judicial y la violencia política contra candidatos y opositores. Claudia Sheinbaum nos dice también que el México que tienen en la cabeza es el pasado del presidenci­alismo hegemónico. La continuida­d que procuran es la restauraci­ón de los tiempos de la dictadura perfecta: autoritari­smo con baños sexenales de votos. La Presidenci­a como jefatura de Estado, de gobierno y de un partido imbatible por las buenas o por las malas.

A estas alturas de la elección, al peligro de la captura institucio­nal por parte del crimen organizado, habría que agregar el reflejo autócrata de la candidata del partido oficial y, en particular, su desprecio por el pluralismo y las libertades políticas esenciales. No existe democracia sin demócratas, pero tampoco sin ley que cultive conductas cívicas. Estamos en el peor de los mundos posibles. Aspiran a gobernar quienes ven en los votos sólo un trámite de legitimaci­ón. El Estado de derecho está seriamente erosionado por el desacato doloso de sus destinatar­ios. Nadie puede llamarse a engaño. La democracia pluralista de la transición pacífica mexicana, de ese sistema de reglas por el que López Obrador arribó al poder, está en la boleta. Ése es el referendum al que vamos: la subsistenc­ia o no del pacto de libertades que nos tiene todavía de pie.

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